sábado, 22 de mayo de 2010

Última cita

La cena se enfriaba en la mesa, ya apenas humeaban los platos.
Los cubiertos inmóviles sobre el mantel, gélidos, sin haber sentido contacto humano alguno, eran los únicos testigos mudos de aquel desenlace.
La vela parpadeaba caprichosamente y muy tenue iluminaba sus lágrimas, que descendían vertiginosamente, mientras las burbujas de las copas hacían el camino inverso.
Ella no entendía nada, pero ahora lo entendía todo.
El quiso acercar su mano, acariciar la suya, consolarla, pero no pudo, no quiso o no se atrevió.
- Vete - le dijo ella casi susurrando, esperando no ser oída. - Te están esperando en casa

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