Tomando como base de inspiración la idea de que un lector necesita de una paz y tranquilidad para disfrutar de su placer más exquisito, el estudio de arquitectura danés Dorte Mandrup Arkitekter ha creado una especie de casita de jardín, un híbrido entre invernadero y sauna nórdica, de madera, que proporcione confort y aislamiento para todo aquél que desee oir sólo sus pensamientos como único sonido ambiente. Ese diseño lo han bautizado Read-Nest, o lo que es lo mismo, el nido de lectura.
Pero lo que me llevó a ese descubrimiento, no es el profundizar en mis escasos conocimientos en arquitectura danesa, sino la búsqueda en la red de ese mal poco conocido, que afecta a las mujeres, pero que por extensión, sólo lo padecen los hombres: El síndrome del nido.
Como padre de familia numerosa, creo que soy una voz autorizada para hablar de este padecimiento masculino.
Cuando tu mujer está embarazada, a pesar de tus consejos, aunque aparentemente la hayas convencido, sufre del impulso irrefrenable de llenar la casa de objetos tan dispares como: chichoneras para la cuna, termómetro para el baño, cambiador, portapañales, tijeritas para las uñas, el moisés, el maxi-cosi, el perrito que impide que se gire en la cuna, perita para absorber mocos, biberones, limpia-biberones, hierve-biberones, calienta-biberones, biberones de repuesto, tetinas para biberones, chupetes, bañerita, esponja, albornoz, toallas, toallitas, toquillas, mantillas, patucos, bodies, pijamitas, todo en su adecuado color rosa/azul y un sinfín de otros elementos imprescindibles para el adecuado desarrollo del recién nacido.
Recuerdo en una ocasión tal compulsión, que a Lou tuvo que echarla de la tienda una honesta dependienta, diciéndole cariñosamente: "Vete, vete, porque hoy me comprarías toda la tienda...."
Pero que no crea el ingenuo padre primerizo que una vez tenga ese hogar todas las necesidades cubiertas, que ante la llegada de un nuevo retoño el síndrome no aparecerá. ¡Ni mucho menos! Si tenías una niña y ahora viene un niño, hay que hacerse con todo del color oportuno ¡Aunque no lo vaya a usar nunca...! ¡Cómo va a usar el niño la chichonera de la cuna rosa de su hermana! ¡Por favor...!
¿Y qué pasa si la intrépida pareja decide continuar llenando la casa de niños, si es que todos esos cachivaches dejan sitio para alguien más? ¿Ella se cura? No, claro que no...
Todo esto me lleva a comentar el día de hoy. Acrecentado y avivado por la visita rutinaria al ginecólogo, el virus ha vuelto a aparecer... El impulso ha sido poco intenso. Tan sólo nos ha llevado (me ha llevado), a pintar zócalos, el alféizar de la ventana de la cocina y para tener la tarde entretenida, un cambio de muebles entre habitaciones. Esto es, desmontar la cuna de Guille, montarla en la antigua habitación de Marta, desmontar el cambiador en el cuarto de Guille, desmontar la cama de Marta, llevarla a la antigua habitación de Guille, montar el cambiador en el cuarto de Marta, todo bajo la sabia batuta de la poseída por el virus del nido. Menos mal que han venido a socorrerme mi cuñado Fran y su padre, a la postre mi suegro. El solista se convirtió en una orquesta de cámara, que al final contra todo pronóstico, conseguió acabar el concierto a la hora prevista, cuando llegaron los niños del cole, a contemplar su nuevo cuarto.
Esta noche duermen por primera vez Marta y Guille en la misma habitación. Ir a verlos antes de acostarnos ha sido la mayor sensación de paz que se puede experimentar y el mejor regalo al final del día.
Al fondo de la casa queda un cuarto vacío, casi preparado para su llegada.
Creo que yo también me he contagiado del síndrome del nido.
Clara, ven pronto, te estamos esperando, tenemos todos muchas ganas de verte...
1 comentarios:
Ay, Dios!!Que estoy de 7 meses y aún no he comprado toooodas esas cosas!!!
Definitivamene, el virus ese se pega hasta con leer ;-)
Me voy a comprar cositas... jeje
Un besote
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