jueves, 13 de mayo de 2010

Cuestión de números

Como decía Edison, la inspiración tan sólo es un 1%, el resto le corresponde a la transpiración. Esto es, al esfuerzo. Si éste se lo adjudicamos a un tercero, y esto es una aportación mía, la sudoración será mínima por nuestra parte, con un resultado similar. La búsqueda de un tema de reflexión a veces es algo casual y en ocasiones, cuando llevas días sin escribir, te lleva a rebanarte los sesos. Hoy ni lo uno, ni lo otro. La inspiración me la ha traído mi primo Fede, excelente fotógrafo al que admiro, al colocar un vínculo en su muro de Facebook. Es un artículo que parece publicado en la época de peor sequía veraniega de noticias. En él, comentan el arduo trabajo de investigación de un profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, en la que afirma que basada en la segunda ley de la termodinámica y en la teoría del control óptimo (sí, hombre, ésa que mantiene los satélites en órbita), el amor para siempre está destinado al fracaso. El modelo matemático creado es rotundo y sus resultados son demoledores. Eso sí que es transpirar, sudar la gota gorda, o no tener que hacer nada en la universidad.
Pero, ¿es cierto que el amor no dura para siempre? ¿se puede medir el amor? ¿Cuánto me quieres? Te quiero mil. ¿Tan poco?
Cuando un elemento encuentra su pareja, aquí o en el quinto pino y deciden integrarse y formar un conjunto, algo que sucede cada dos por tres, están sometidos a una presión, que es inversamente proporcional a la temperatura que experimentan ambos al inicio. Según ese estudio de tres al cuarto, esta relación asociativa, tiene todos los números de acabar igualándose a cero. Y no es cuestión de matrices, ni de la dimensión de los miembros que conformen la ecuación. Si esto fuese estadísticamente significativo, o como decía el Dr Hdez-Lecuona, significativamente estadístico, sería cuestión de hacer números. Y palabras. Habría que sustraer de nuestro léxico sentencias como:
- Te querré siempre.
- Quiero envejecer junto a ti.
- Te quiero más que ayer, pero menos que mañana. (Expresión matemática clásica, que desde ya hace años, había abordado este asunto pero desde una perspectiva más optimista).
A pesar de lo que digan, y pese a que los estudiosos crean que la tendencia del amor eterno es negativa, me resisto a creer que ese axioma sea demostrable. Y a la primera ocasión que tenga delante al autor de ese importante estudio, le montaré un numerito...
Por si acaso, cuando Lou me pregunte: "¿Cuánto me quieres?", responderé la verdad:
- Te quiero infinito. (Al fin y al cabo, ¿alguien ha visto el infinito?)

2 comentarios:

Ana Glez Duque dijo...

Me encanta ver que sigues siendo un romántico. Y es que el amor y la vida son tendentes al caos y, como tales, no pueden demostrarse ni etiquetarse en teoremas matemáticos.

melkarr dijo...

Las olas se explican con las funciones sinusoidales, pero ninguna fórmula es capaz de predecir hasta qué altura de las rocas va a llegar la siguiente ola...