viernes, 31 de diciembre de 2010

La Puerta

La puerta tiene dos hojas, como la propia hoja del árbol tiene dos caras, un haz y un envés. Una que mira al sol, otra que lo hace a la tierra.
La puerta con sus dos lados, nos protege y nos separa a un tiempo. Nos recoge y mantiene unidos y nos aisla de amenazas del extrerior. Tiene esa dualidad tierna, familiar y la amenazante, agresiva, defensora, a la vez.

La puerta es como tantas cosas en la vida, las dos versiones de una misma historia, contadas al unísono. No hay puertas de una sola hoja, como no hay historias que no merezcan que su otro lado deba ser escuchado.
Esa dualidad de la puerta, se encuentra en muchas expresiones cotidianas. No es agradable que te den con la puerta en las narices, contrapunto  de cuando te reciben con las puertas abiertas.
Porque nuestra casa es la proyección a una mayor escala de nosotros mismos. La puerta es nuestro corazón que cerramos en banda o que abrimos de par en par como gesto de confianza y aprecio.

Hace tiempo que digo que la familia la constituyen todos aquellos que están dentro, cuando cierras la puerta por la noche. Sé que esta frase podría ser discutible, pero es que además en mi caso, como otra contradicción más en mi vida, siempre hay alguien que se queda permanentemente fuera.
Ahora, mientras escribo esto, la oigo respirar profundamente, como sólo te lo permite el profundo sueño. Ahora sí que de puertas adentro estamos todos, porque Tiri por fin está en casa.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El estreno


Sarah Bernhardt fue la mejor actriz de teatro francesa de su tiempo. Con un estilo innovador que rompía con los cánones clásicos de interpretación del teatro francés, su estilo estaba basado en la naturalidad, huyendo de la sobreactuación de la que abusaban los actores de la época. De su vasto repertorio, se da la curiosa circunstancia de haber sido la primera actriz en haber interpretado en la obra Hamlet, tanto el papel de Hamlet mismo, como el de Ofelia. Acabó consagrándose como una gran estrella, cuya fama trascendió fronteras, llegando incluso hasta el otro lado del Atlántico. En América se le proporcionó un tren propio con su nombre, con el que se desplazaba para realizar su gira, asombrando con su arte a miles de espectadores.

Katherine Hepburn nació en el seno de una familia muy liberal, lo que marcaría su fuerte carácter. Comienza estudios de Filosofía, que abandona para recibir clases de interpretación. Ahí comienza su fulgurante carrera como actriz de teatro y de cine, llegando a alcanzar 4 Oscars en su carrera, considerándosele según el American Film Institute, la mejor actriz de todos los tiempos. Todos recordamos títulos como Historias de Filadelfia, La fiera de mi niña, La Reina de África o En el estanque dorado.

Marta Carrillo nació en Barcelona hace 4 años en una familia de intelectuales. De su brillante padre hereda ese sentido del humor característico, no siempre bien comprendido y de su hermosísima madre, un precioso cabello, así como una vivacidad y agilidad con la palabra, impropios de su juventud, lo que le permite defenderse con soltura ante momentos críticos en los que se ha de improvisar.
La madre de Marta era una actriz amateur que sólo mostraba su talento en foros familiares. Actriz frustrada, transformó su vocación artística, en el ejercicio de la abogacía, lo que le permitió una gran soltura en  las vistas judiciales. En esas representaciones, así como en los cuentos que su imaginativo y ocurrente padre le contaba por las noches, surge probablemente, esa faceta interpretativa, que desarrollaría con proverbial maestría Marta Carrillo.

Sus inmensos ojos azules y sus pecas, que iluminan la tarima de cualquier escenario, son el reflejo de una personalidad arrolladora, alegre, intuitiva y de una enorme bondad. Esa belleza es rápidamente desplazada a un segundo plano, siendo eclipsada por sus geniales dotes de interpretación, que logran cautivar a todo el público de inmediato.
Aunque había sido modelo fotográfica del pesado de su padre, esta vertiente la alternaba con pequeños papeles protagonistas en producciones caseras de corto metraje, que rodaba su progenitor de tanto en tanto.
Pero en realidad, sus inicios en la interpretación, se podría decir que se remontan a la inolvidable representación navideña de aquel lejano diciembre de 2010: La Navidad que robó el Grinch.
En ella desempeña con magistral profesionalidad, el papel de Mamá Noël.
Con ese adecuado registro de naturalidad que requería el personaje, hace creíble al espectador, tanto que Papá Noël tenía mujer, como que son capaces de volar juntos, en un trineo tirado por renos.

Su arte escénico, que inevitablemente ha sentado escuela, la consolidan desde entonces, como un punto de referencia en el mundo artístico de nuestro país.

El público afortunado que presenció aquel estreno, aún lo recuerda emocionado y es capaz todavía de recitar, a pesar del tiempo transcurrido, aquellas frases con las que debutó en diciembre de 2010, en el difícil arte de la interpretación:

- Me parece que ya sé quién ha sido...

- ¡Rudolph, ponte delante!

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cena de empresa












Si hay un mes cargado de tradiciones, ése es sin duda el mes de diciembre. Sin mencionar los festejos navideños, que conociendo al que escribe este blog, probablemente generará alguna que otra entrada en las próximas semanas, estas últimas del año, son prolíficas en cuanto a acontecimientos sociales.
A la vuelta de la esquina, está el prólogo de la Navidad: el sorteo de la lotería. Como mucha gente acostumbra a decir, las fiestas no empiezan hasta que no comienza el sorteo de la lotería. Francamente a mí me trae sin cuidado el sorteíto ese. Como tengo ese principio rebelde de ir contracorriente, nunca juego ni a éste ni a otros juegos de azar, ya que con la renta, el impuesto de circulación de vehículos, el céntimo sanitario, los peajes, las tasas de basuras, el iva, el ibi, y el itv, entre otros, creo que ya contribuyo bastante con las arcas del Estado. Además, me pasa que escuchar el soniquete de los niños repipis de San Ildefonso, me resulta hasta incluso desagradable.  ¡Qué le vamos a hacer! ¡Soy así...!
Estoy seguro que esos gorgojeos guturales de esos niñitos, sólo apasionan a ésos que siempre tienen la suerte de ser agraciados con el primer premio. Si no, atentos a las noticias del día 22 y esas originales entrevistas que se harán a esos nuevos albañiles millonarios, que contestan como siempre, que esa hartada de millones les servirán para tapar agujeros...

Diciembre también es mes de misterios. Y si no me creen, les recuerdo la aparición puntual, como cada año, de ese entrañable personaje que nos visita por estas fechas. No, no es Papa Noël. El personaje a quien me refiero, llegó a nuestras vidas mucho después que ese buen hombre del Polo Norte. Se trata ni más ni menos, que del misterioso y legendario amigo invisible. Se le llama invisible, creo, por dotarle de un cierto aura de intriga, aunque como todos sabemos, carece de sentido alguno calificarlo como tal, porque siempre acabamos sabiendo quién nos hace el regalo. Siempre. Y a veces, hasta incluso nos adelantamos y lo hemos desenmascarado antes de que nos lo den. Y es que en el fondo somos o bien unos románticos, o unos niños grandes. A estas alturas deberíamos saber ya, que como las brujas y el hombre del saco, el hombre invisible no existe.

Y no hay mes de diciembre que no traiga consigo esa tradicional cena de confraternización de empleados de una empresa.
En un lugar en el que trabajo, antes de la aparición de esa bendita crisis que ha abaratado el despido y ha recortado sueldos a ociosos pensionistas, funcionarios, trabajadores públicos y controladores, la cena de Navidad solía ser a cargo de la empresa, en un lugar de postín, un buen restaurante o en un hotel, donde hasta se sorteaban reproductores de DVD, viajes...
Había que acudir bajo estricta invitación. De hecho, cuando llevaba pocos meses y todavía mi relación contractual era discontínua, no fui invitado a mi primera RACCfest.
Pero, como contaba, ahora la crisis ha colocado las cosas en su sitio y eso ha obligado a que aquellas fiestas se hayan suspendido y que ahora nuestro encuentro de diciembre, sea por iniciativa de los trabajadores, es decir, gestionado y financiado con el bolsillo de cada uno.
La ventaja de esta modalidad con respecto a la anterior, es que los jefes no suelen acudir a reuniones de tropa y eso nos da la soltura de poder hacer balance de su gestión anual. Algo que se realiza en un instante, porque suele ser bastante paupérrima.
Estos encuentros con nuestros semejantes, nos brindan la maravillosa posibilidad de poderlos criticar abiertamente y contrastar nuestras miserias con las de los demás. Este intercambio de opiniones, considero que no es sólo sano, sino que es un ejercicio recomendable y que yo haría por incluirlo como norma en los programas de higiene y salud laboral de cualquier empresa. Poner a parir a nuestros responsables y enfrentarlos a sus incompetencias, es una gimnasia mental que además hace que sea una buena manera de acabar el año y comenzar el siguiente con la mente descargada y libre y con la esperanza e ilusión de que las cosas van a mejorar. Y si alguno de mis jefes lee esto y no quiere que en una cena de empresa de diciembre, le critique el año que viene, ya sabe. Lo tiene bien fácil. Sólo tiene que me subirme el sueldo, darme un despacho y hacerme jefe. Eso sí que supondría una mejora. Y como seremos uno más, hasta podríamos jugar al amigo invisible...

martes, 7 de diciembre de 2010

El Ente














Héctor siempre había tenido como vocación ser músico, pero por aquellas misteriosas razones que uno nunca sabe, tras salir del instituto, decidió estudiar Ingeniería. Tras licenciarse no tardó en encontrar trabajo en una pequeña empresa de su ciudad. A pesar de su juventud y de ser su primer empleo, no se consideraba mal pagado y de una manera o de otra, era feliz.

Un buen día, producto de la casualidad, vio un anuncio en la prensa que cambiaría su vida. Se abría la convocatoria para nuevas plazas de supervisores en una gran empresa multinacional llamada ILS.
ILS es un gigante que se erige como uno de los motores y generadores de riqueza del país en el tema de las comunicaciones. Se podría decir que prácticamente toda la nación depende de ILS. Los operadores privados nacionales y extranjeros necesitan de ILS para poder desarrollar su actividad. Es una empresa muy rentable, una de las que más lo es del país. Si bien el estado es el propietario de dicha macroempresa, la realidad es que se gestiona como si fuese privada. Los trabajadores de ILS hace tiempo que dejaron de ser funcionarios y desde entonces, los supervisores, gracias a su situación privilegiada y a un buen sindicato, tienen desde hace años, un convenio envidiable con unas condiciones de trabajo excelentes.

Acceder a ILS no es tarea fácil. Héctor, como todos los demás, tuvo que pasar un duro proceso de selección. Largos psicotécnicos, entrevistas con psicólogos y duras pruebas de inglés, le acompañaron durante casi seis meses. Pero además hubo de pasar casi dos años fuera de su ciudad, haciendo un curso selectivo de formación, en el que podía haber sido excluído de no superar todas las asignaturas, hasta que por fin obtuvo su destino.
Si bien ILS no es un coto cerrado y la selección está abierta a todos, en realidad es tan dura, que pocos alcanzan el éxito de poder pertenecer a la envidiada plantilla de supervisores de ILS.

Siempre se había considerado que los supervisores de ILS eran unos privilegiados. La realidad es que al ser una plantilla exigua, con una gran carga de trabajo, la empresa les exigía un sobreesfuerzo  y hacer muchas horas extras, para que los políticos, que son los directivos de ILS, no recibiesen críticas de los ciudadanos o de los medios de comunicación. Además, los supervisores como Héctor, tienen que hacer unos exhaustivos reconocimientos médicos anuales, que si no son superados, podrían apartarles de su trabajo.

Pero este status se acaba el día en que el gobierno, propietario de ILS, decide revocar aquel buen convenio, mediante un decreto emitido de la noche a la mañana, que implica reducir el sueldo a todo el colectivo de Héctor, en casi un 40% y aumentar las horas anuales de trabajo un 50% más.
Todos los partidos, los medios de comunicación y la población están completamente de acuerdo. No hay negociación con ellos. Ya nadie recuerda esfuerzos pasados, ni dedicación exclusiva, ni un trabajo bien hecho, sin ningún borrón ni accidente achacable a los supervisores. Han llegado tiempos de crisis.

Héctor y sus compañeros confían en que sus representantes sindicales, aquéllos que lograron hace casi 20 años unas buenas condiciones laborales, puedan hacer entrar en razón, vía negociación, a los directivos de ILS.
Pero los dueños de ILS son implacables. Son por una parte, jugadores de una partida y por otro lado, pueden ellos mismos ir cambiando las reglas del juego sobre la marcha. Es el gobierno y por tanto, los que hacen las leyes. Y así de esa manera, nunca se puede ganar. Ni siquiera firmar unas airosas tablas.

A los supervisores tan sólo les queda la huelga. Pero están amenazados con acabar siendo despedidos todos y sustituidos por militares. Al final, los directivos de ILS acceden a sentarse a negociar a cambio de que no se produzca el paro. Los supervisores acceden, confían en los directivos de ILS y deciden suspenderla.
Van pasando los meses y no se avanza en nada. Las nuevas condiciones impuestas vía decreto ya están en vigor y las aplican a rajatabla y sin excepciones.

Mientras se negocia con ILS, el gobierno sorprende a Héctor con un nuevo decreto. A partir de este momento no se cuentan las horas de baja, ni las horas de formación continuada, necesarias para estar al día, como horas de trabajo. Héctor se acuerda de Maite, una compañera suya, que este año ha estado de baja por maternidad. Como cualquier otra madre trabajadora, dispone de ese tiempo para criar a su hijo recién nacido. Con este nuevo decreto, cuando se incorpore al trabajo, deberá devolver ese tiempo que le ha robado a la empresa, por haber estado en casa con su hijo, en vez de acudir a su puesto de trabajo.

Héctor y el resto de supervisores deciden que ya no pueden más, se levantan de su puesto y deciden marcharse a casa. Casi el 100% de los supervisores secunda esta medida. Como se esperaba, el país se paraliza. Las pérdidas económicas son incontables. Ellos saben que moralmente lo que han hecho no está bien, pero les guía la desesperación de sentirse perseguidos, indefensos, solos y abandonados, además de ser atropellados en sus derechos, de forma continuada desde hace casi un año. El resultado es que se convierten en el principal enemigo público. Ahora sí que nadie los defenderá.

El gobierno como respuesta a esta osadía, instaura un estado de emergencia, ocupando militarmente todas las instalaciones de ILS y amenazando con prisión y embargo de todos sus bienes a Héctor y a sus compañeros. La población entera de un país, la prensa y todos los partidos políticos aplauden la medida. Esos privilegiados se lo tienen merecido. Han llegado demasiado lejos.

Héctor ve como ya todo está perdido. No queda más que plegarse ante aquéllos que te dieron tanto y que un día decidieron que ya no tenías derecho a nada. El futuro, por primera vez, se ha vuelto oscuro e incierto. Ahora sí que se siente solo.


Aquí acaba el relato. Pero recordando aquellas ecuaciones que hacíamos en el colegio, te invito a sustituir ILS por AENA y supervisor por controlador. Ya me diréis si la operación al repasarla, os da el mismo resultado.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El Regalou


Cuando el módulo de comando del Apollo XIII sufrió una explosión en el espacio, todos los ingenerios de vuelo de la NASA se reunieron urgentemente para buscar la manera más segura, si la había, de devolverlos a la Tierra.
El director de vuelo, Gene Kranz, sólo les puso una condición: Failure is not an option. El fracaso no es una opción.

Se me puede tachar de exagerado, pero cuando llega cada primer día de diciembre, es como si se me explotara una nave delante de mí.
Mi Apollo XIII es el cumpleaños de Lourdes.
Y aunque en cada ocasión me dice que he acertado con el regalo (cosa que no creo), voy acumulando una presión, unos nervios, una tensión, un estrés, porque cada vez me va quedando menos. De hecho, ya me siento como que estoy jugando el tiempo de prórroga. Tengo hasta esta tarde para encontrar algo original (es decir, no repetir), deslumbrante (que le haga abrir los ojos de asombro), que sea útil (que no acabe guardado en cualquier cajón) y lo más difícil (que sea inolvidable).

Son momentos en los que me encantaría ser como Blaise Pascal, que enunció en su principio: La presión ejercida en cualquier parte de un fluido incompresible y en equilibrio dentro en un recipiente de paredes indeformables, se transmite por igual en todas las direcciones en todo el fluido. Le envidio. Nadie como él fue capaz de manejar la presión.

Pero el tiempo avanza deprisa, o como siempre se dice, de forma inexorable. Y entonces es cuando me gustaría haber sido Don Santiago Ramón y Cajal, que obtuvo el Nobel de Medicina en 1906 por sus estudios y avances en el conocimiento del sistema nervioso. Nadie como él logró dominar los nervios.

Y continúo dándole vueltas a la cabeza, intentando encontrar el mejor regalo. Pero la mente la tengo en blanco. Pero no crean que es porque pienso en el actual ministro de Fomento, no. Es que no surge ninguna idea que me saque de este atolladero. Debe ser que en estas circunstancias, mi mente no es capaz de rendir. No trabaja bien cuando hay tensión. De otra forma me habría ido, si yo me hubiese llamado George Simon Ohm.
Otra de las formas de expresar la tensión entre dos puntos es en función de la intensidad de corriente y la resistencia existentes entre ellos; así se obtiene uno de los enunciados de la ley de Ohm, que dice: V=R.I 
Lo teorizó el físico alemán George Simon Ohm. Nadie como él trabajó con la tensión.

El conjunto de todo ello y el no hallar una salida airosa, me genera una cierta ansiedad, estrés, para entendernos. Si hubiese nacido mucho antes y lo hubiese descrito, habría sido yo y no un estudiante húngaro de Medicina, en los años 30, llamado Hans Selye, el primero en nombrar el estrés. Lo explicaba como un cansancio, ansiedad, pérdida de apetito, al que se refería como el síndrome de estar enfermo. No hay duda que nadie como Selye, trabajó con tanto estrés.

Y el tiempo se acaba y hay que dar una respuesta y milagrosamente, como siempre, ajustándose al sonido del gong que anuncia que se ha acabado el tiempo de juego, surge al unísono la idea que va a revolucionar los regalos precedentes, dejándolos bastante atrás. El año actual es mejor que el anterior y como el más difícil todavía, el listón que ha de sortear el pertiguista, cada vez se distancia un poquito más del suelo.

Y la solución aparece como el puntual correo Miguel Strogoff, el correo del zar. A pesar de todas las desventuras, y atravesar la dura estepa rusa, llega justo para entregar sus importantes documentos. Justo cuando ni yo mismo pensaba coronar con éxito esta cada vez más alta cima. No me había dado cuenta, pero lo tenía más cerca de lo que pensaba. 

Por eso doy un paso atrás en mis comentarios. Me retracto absolutamente de lo que he dicho. No quiero ser ni Kranz, ni Pascal, ni Ramón y Cajal, ni Ohm, ni Selye. Soy Mel Carrillo, y quiero seguir siendo la persona que más te conoce. Nadie como yo para saber cómo eres. Sólo he tenido que mirar dentro de ti y descubrir enseguida cómo acertar.
Déjate llevar. Ahora únicamente tienes que soplar las velas con fuerza, cerrar los ojos, pedir un deseo, tirar del lazo hasta deshacerlo, romper el papel que lo envuelve y disfrutar de tu regalo.