jueves, 21 de enero de 2021

El reflejo en el espejo



Tenía muchas ganas de volver por aquí, pero no tenía ganas de hacerlo. Quería estar de nuevo escribiendo, pero hubiera preferido no tener nada que contar y no tener un motivo para haber vuelto. 
Esta será la primera vez, la primera ocasión, en la que no leas una entrada de este blog, aunque no me llegaste a decir nunca que lo hacías. Lo leías, callabas, pero yo lo sabía. Tú lo sabes, yo lo sé, pero no nos lo decimos. Es el juego cuyas reglas, al final, acabé aceptando. Disfrutabas con las cosas que escribía tu hijo y lo sé... te sentías orgulloso de él.

Ahora todo sigue. Pero, ¿qué hacer cuando lo que era realidad entonces, ahora ya para siempre no serán más que recuerdos? ¿Qué hacer con el vacío? El de dentro y el de fuera...

Te has ido. Así, sin más, sin un simple adiós. Y aquí quedo yo, escribiendo, escribiendo, líneas que no leerás nunca.
Te vas, pero no te vas. Siempre se dice que cuando alguien muere, viven sus recuerdos. Contigo pasan más cosas.

Cada mañana empieza mi día, haga lo que haga, llevándote a todas partes.
A lo largo del día, como he hecho siempre, cojo el teléfono para llamarte, pero ya no tiene sentido. 
Me encantaría que una vez más descolgaras mi llamada y así contarte cosas, saber de ti, de cuándo volveremos a vernos, explicarte que Clara ha aprendido una nueva pirueta más, que sigue siendo la dulzura en persona, emborrachándonos con sus abrazos y besos a todas horas. Que Marta está enorme, creciendo cada día... Te asombraría ver el estirón que está dando cómo se ha vuelto una persona mayor casi sin darnos cuenta... Te gustaría saber que Guille sigue siendo ese niño especial que tanto nos pedías que cuidáramos. Un caballero que se rebela ante las injusticias y que como tú, sin tener que decirlo, demuestra a su manera que tiene un corazón enorme. Por eso sufre en silencio lo que te echa de menos...

De mí, querría poderte decir que he encontrado un trabajo que me apasiona, como el que tenía antes, pero no es así. En cambio, puedes estar contento porque he vuelto a ver pacientes y me he llevado una sorpresa. No pensé que disfrutaría tanto volviendo a mis orígenes, ayudando a los demás, en esta época tan difícil.

Estoy triste, pero no estoy solo. Lourdes está siempre conmigo. Me agarra la mano un segundo antes de que necesite que lo haga y me abraza justo antes de que sienta que sus abrazos van a ser mi consuelo.

No podemos hablar ya, tu teléfono no puede responderse, pero para mitigar el dolor, lo hago cada día con María. A veces estamos tristes, otras, un poco más. Para qué te voy a engañar...
Tere y Paco, los padres de Lourdes han decidido ejercer de padres adoptivos, así que con ellos y mi madre, puedes estar tranquilo, que cariño tengo por todos lados.

Me miro en el espejo cada mañana. Tal vez mis enormes e inútiles ganas de verte me confundan, pero sin poder evitarlo, en mi reflejo, te veo a ti. Mis recuerdos afloran al momento. Eres mi padre cuando tenías mi edad, aunque la imagen no es exacta. Ese hombre que veo, no es tan guapo como tú, lo sé. Sí, tal vez también con ojos azules, pero sin comparación con esos otros que decías bromeando, creyéndolo de verdad, que eran únicos y que enamorarían a cualquiera, por muy exigente que fuera. 

El espejo me devuelve a ti, pero a la vez soy yo. Solo es un reflejo y recuerdos, pero ocupan y pesan mucho. Es una carga difícil de soportar.

Ahora he pasado a ocupar tu lugar en este mundo. Te veo en mis sueños, en mis pensamientos y en cada espejo en el que me miro.  No te has ido, pero ya no estás. Y duele.