martes, 22 de junio de 2010

El médico en casa

No hay nada más tranquilizador para una familia cualquiera, que contar con un pariente que sea médico. O al menos eso es que lo que te dicen, cuando de vez en cuando te hacen una consulta.
Todo se inicia cuando suena ese teléfono, o te pone su mano en tu hombro en esa reunión familiar. Inmediatamente te coge de sorpresa y sin tú quererlo, te abordan más o menos así:
-Oye, Mel, ¿te puedo hacer una consulta?
Y de inmediato, se convierte en paciente tuyo. Y ahí comienza una relación inédita, en la que ese nuevo usuario deposita todos su ahorros de fe en tu banco de saber. A partir de entonces serás juzgado no tanto por tus aciertos o errores, sino por el interés que muestras a ese problema. Lo importante es el trato y sobre todo, mantener la atención. Aunque lo que te digan en ocasiones pueda ser un disparate, se tiene que ser extremadamente diplomático y nada irónico. No debes olvidar que ese paciente lo será tuyo, PARA SIEMPRE.
Si todo va bien, acabará la conversación con un típico: 
- ¡Qué suerte tener un médico en la familia!

Además, habrá un efecto cascada y paulatinamente irán llegando más clientes a tu consulta virtual. Un ejemplo que ilustra esto es la propuesta que hago: Toma la tensión a un pariente en un acontecimiento familiar. No habrás acabado de medirla, cuando se empiezan a apuntar uno detrás de otro.
Para quien sea amante de ser el centro de las reuniones, ésta es la carrera ideal, pues queriendo o no, te conviertes en la estrella de estos encuentros.
Si además trabajas en las emergencias, no es tampoco infrecuente que te inviten a contar anécdotas, pues "en ese trabajo tienes que ver tantas cosas..."
Y la verdad es que de vez en cuando surge alguna historia curiosa, que te permite no sólo contar, sino escribir unas líneas.
Visto lo visto y dado el interés que suscita la Medicina de andar por casa, al menos en mi familia, desde mi humilde lugar como galeno de tres al cuarto, quería hacer unas aportaciones para desmitificar algunas leyendas populares que permancen  con respecto a la Medicina.
 
No se puede decir que fuese un gran estudiante en la carrera, pero puedo prometer que aunque no tuve grandes notas, no me dejé ningún tema sin estudiar para llevar a los exámenes. Por eso puedo afirmar, que en ninguna asignatura se me habló del famoso Geito, término canario que describe las luxaciones, distensiones,  malas posturas, o no sé qué movimiento articular, cuyo tratamiento es incierto, porque esta enfermedad no aparece en ningún tratado médico. En el mismo saco podríamos incluir el no menos celebérrimo Airón. Al parecer, origen eólico de la infección por herpes labial.
Viene a mi memoria aquella frase de mi querida madre, que cuando salíamos de algún lugar al exterior, nunca olvidaba decirme: Melito, cierra la boquita, que no te entre airito, mi niño...
Recomendaciones que nuevamente no encontré en ningún manual de Medicina Preventiva, para evitar la aparición de neumonías (que no pulmonías) o de cualquier infección de las vías aéreas.
Me imagino que a estas alturas ya nadie guarda aquellas interminables dos horas de digestión, que nos privó de tantos baños estivales en la piscina del Club Náutico, pero en cambio, sí que aún continúo observando, (incluso en mi casa), la obsesión femenina por no acostarse con el pelo mojado, pues al parecer, provoca afonías, faringitis o cuadros catarrales de difícil curación. Huelga decir, que el cuero cabelludo mojado tampoco figura en  ningún capítulo de Neumología...
Hablando de catarros, otro mito: La naranja NO sirve para tratar los catarros. Y el agua, aunque no cura, ayuda a que los mucosidades sean más fluídas, aunque no sea la panacea. Otra buena indicación del agua, junto con sales, es para el tratamiento de diarreas, pues se repone el líquido perdido. Digo esto, porque mi hermana María se mofa de mí, acusándome de que el agua es el único tratamiento que le receto.
 
La Pediatría fue la última asignatura que aprobé y no recuerdo haber estudiado por ningún lado, que cuando los bebés lloran mucho se les salga el ombligo. Lo único que sale al exterior, es el nerviososmo de los padres... ¡Y de los vecinos!
 
Pues sí señor. Soy el médico de la familia. Principio y si no nos cae la maldición, fin de una saga. Tiri quiere ser domadora de orcas, Marta, princesa (y si lo logró Letizia, ¿por qué ella no?), A Guille le vuelven loco los caballos y Clara, sólo come y duerme.
A mí me toca evitar que cometan el mismo error en el que cayó su padre. 
Esto de ser famoso es agotador...
 
 
 

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