domingo, 4 de julio de 2010

Cosas que hacer antes de los 40

Los números redondos suelen causar una cierta fascinación y no es infrecuente que se asocien a buenos propósitos o a anhelos irrealizados. De ahí se originan los deseos al apagar las velas de tu cumpleaños, los planes de las doce de la noche del 31 de diciembre o por ejemplo, esa lista de cosas que uno quiere hacer antes de cumplir alguna edad con cifra redonda. Por números redondos, entiendo que son todos aquellos que no son ni el 1, ni el 4, ni el 7, como es obvio, pero como el cero es tan redondito, compensa las aristas áridas y frías del malvado 4. Por eso, considero que los 40 años, son para mí un número redondo.
Mi lista por tanto, incluye aquellas cosas que quiero hacer antes de cumplir la fatídica edad redonda, o mejor dicho, semirredonda.

Cuando surge esta cuestión entre gente de tu edad, hombres, por supuesto, no sé por qué, casi todo el mundo coincide en que le encantaría o hacer un trío o tirarse en paracaídas. O tal vez era: Hacer un paracaídas y tirarse un trío... Uff, no sé. A mí la verdad, es que cuando me veo rozar los 40, pienso que no tengo el cuerpo ya para deportes de riesgo. Como acostumbraba a decir el insigne arquitecto Mies van Der Rohe: "Menos es más", o lo que es lo mismo, la belleza se encuentra en la sencillez. Ésta es mi lista, simplificada lo más que he podido.

1) Me encanta la aviación, se ve con sólo mirar el encabezado de este blog. Podría desear hacerme piloto, pero fiel al espíritu simplista de Van Der Rohe, me conformo muy a mi pesar, con visitar el avión más grande jamás construido: El Spruce Goose. Eso sí, tendría que ir a USA, al estado de Oregón.

2) El año pasado me presenté a las pruebas de selección de astronautas de la ESA, la agencia espacial europea. Y no, no me eligieron ni para la primera ronda. Así que ya que de momento (como dice mi padre), no puedo ir al espacio, me conformo con ver en directo el despegue (del último) transbordador espacial en Cabo Kennedy.

3) Desde hace unos años gira por mi cabeza la idea de montar un negocio: un restaurante en Barcelona. Ya cuento con un excelente cocinero, un arquitecto para el diseño del local, un nombre, unas ideas originales y sobre todo, muchas ganas e ilusión. Sólo me falta el capital. ¿Alguien se anima?

4) Nunca he ido a Disneylandia. Aunque Eurodisney está aquí al lado, y ya puestos a hacerlo bien, nos iríamos a Florida, a Disneyworld  toda la family y así de paso, también hacemos el punto 2 de esta lista.

5) No hay cuarentón que se precie que a las primeras de cambio, no se pida un préstamo y se pasee en cuanto pueda, por las zonas de terrazas de su ciudad con su flamante deportivo descapotable. Yo, continuando con este principio de simplicidad, me conformo con este coche. Prometo que más tarde o más temprano me lo compraré, ¡seguro!

6) Otro de mis hobbies es la fotografía. Es lógico que otro sueño fuese: en primer lugar saber hacer fotos de verdad y no las chapuzas que hago y después, publicar un libro de fotografías o incluso, hacer una exposición.

7) Desde que me hablaron del filete de buey de Kobe, me muero de ganas de probarlo. Al parecer, alimentan a estos animales a base de cerveza y están todo el día haciéndoles masajes para que no tenga grasa.  Dicen que es la mejor carne del mundo. Ya debe serlo, pues su precio está entre 200-300€/Kg. Puestos a pedir, mejor degustarlo en su lugar de origen ¿no?

8) Nada más oportuno para disfrutar una buena carne, que un correcto maridaje con un buen vino, sabiamente elegido. Para eso, necesitaré un curso de cata, que consiga enseñarme los placeres del paladar y ser un poco más pedante.

9) Desde no hace mucho siento la necesidad de escribir y escribir. No descarto el juntar todas mis ideas, reunir a mis personajes en la historia que tengo en la cabeza. Pienso en un relato romántico, con amores imposibles, a destiempo, ahora ya prohibidos. Pienso en Miguel, el protagonista, que tras hacer limpia en casa de sus padres, descubre unas cartas de un viejo amor, que veinte años más tarde, le hacen reflexionar sobre su vida actual. Otras veces imagino la intriga que sorprende a Miguel, que es desbordado por una ola de misterios que no espera, tras atender a un paciente moribundo en un sórdido piso del casco antiguo de Barcelona. Sólo me falta el comienzo, el nudo y el desenlace. Todo lo demás ya está.

Y termino esta lista con un número bien redondo, como es el 10.
El último es el deseo más simple, pero aunque parezca mentira, el más difícil y costoso de realizar.
Desde que tengo unos diez años, mi padre nos prometió a mi hermana y a mí, que el siguiente fin de semana nos iríamos de acampada al monte, con una tienda que le prestaría Matías, un compañero de oficina. A pesar de nuestras continuas peticiones, aquella promesa jamás se cumplió. Van pasando los años, y aunque pueda parecer increíble, sigo sin poder vivir el sueño de dormir en una tienda de campaña. He conocido a antiguos miembros de los scouts, cuyos nombres no desvelaré por no avergonzarlos, pero debe ser que están tocados por tantos años de pasar frío y penalidades en la naturaleza, tener tótems, saltar el bordón, sufrir el Vivac, bañarse en ríos de agua helada, cantar a la luz de la luna en torno al fuego, canciones terribles como Lobato soy, de profesión, o La carta del amigo muerto, por citar alguna. Que les hayan obligado a hacer el desierto, a atarse una corbata llamada foulard, o andar durante horas en el crudo invierno en pantalones cortos, no es de extrañar que hayan acabado teniendo pesadillas por las noches con un tal Aquila y el oso Baloo, además de otros traumas infantiles, que han logrado que aborrezcan totalmente el espíritu scout y mi propuesta de pasar la noche a la intemperie, no haya tenido nunca ningún éxito. Lejos de conmoverlos con mi sueño incumplido de infancia, más bien les produce rechinar de dientes cada vez que lo menciono, a pesar de mi sensiblera insistencia.

En fin, que estos son mis deseos. Creo que no me paso pidiendo, son cosas sencillas, del día a día, teniendo en cuenta que son para ayudarme a sobrellevar esa pesada carga que supone hacerse tan mayor. Para los 50 me soltaré de verdad y entonces no seré tan comedido...

4 comentarios:

Ana Glez Duque dijo...

Hombre, yo te puedo prestar la tienda de campaña y el jardín, si te apetece acampar en Tacoronte ;-D. El capital para el negocio, me temo que no (un anestesioblasto no gana mucho). Y me encantaría leer esa novela. Pero aún te queda tiempo para los jodidos 40 ¿no?

melkarr dijo...

Lo suficiente como para poder escribir esa novela y repasarla antes de publicarla.
(Si me doy prisa...)

Anónimo dijo...

Realmente lo que necesitas es que te toque la primitiva, y con eso el 75% de tus sueños los haces realidad, para que luego digan que el dinero no da la felicidad!!!Por cierto, como siempre, me has hecho reir y eso contribuye a ser feliz...

Anónimo dijo...

Ya podías haber escrito ésto antes, igual me hubieras dado ideas o a lo mejor no me hubiera comido tanto el coco, o no hubiera sufrido la temible crisis de esos dígitos..en fin...Ahora bien, a pesar de haberlos superado, para la idea del negocio siempre estuve cerca levantando el dedo cuando la comentabas. Dinero no, pero de lo demas....:)
kokoforokoko-koko