viernes, 19 de octubre de 2012

Los héroes del cielo










Hace unos días que un tal Félix Baumgartner decidió entrar en la Historia con un salto increíble. Casi donde el cielo deja de ser cielo, para convertirse en espacio, abandonó su globo y cayó alrededor de cinco minutos, hasta tocar suavemente el suelo. Dicen que bajó más rápido que la velocidad del sonido, desde lo más alto, donde nadie antes se había atrevido a hacerlo. Su hazaña me recordó esta historia de héroes y del cielo.
 
Hay quien dice que el tal Baumgartner es un loco y otros, en cambio, que es un héroe. Es lo que siempre se ha dicho de todos aquellos valientes o temerarios, pioneros o descerebrados, que quieren no sólo llegar donde nadie lo había hecho antes, abrir el camino para que su gesta no sólo sea repetida hasta la saciedad por otros muchos, sino que se convierta su aventura en una situación cotidiana. 
Así fue el famoso viaje de Charles Lindberghcuando cruzó el Atlántico en 1927 con el Spirit of St. Louis. Muy moderno para la época, pero que actualmente nadie se atrevería a volar en esa lata y mucho menos cruzar desde Nueva York hasta París, solo, sin escalas, durante 33 horas y media.
 
A Charles Lindbergh le estoy muy agradecido por haberme prestado su legendaria aeronave para ilustrar el encabezado de este blog. Un día hablaré de él, de su increíble vida, en la que lo menos importante que hizo fue cruzar  el Atlántico y cómo no, de su avión, que me produjo el síndrome de Stendhal cuando lo vi con mis propios ojos.
 
Hay muchos otros héroes que vienen del cielo, como fue Neil Armstrong, el primer hombre que cumplió el sueño de poder llegar a la Luna. Siempre dijo que en absoluto era un héroe, sólo alguien que cumplió con su deber, e hizo bien su trabajo. Este verano volvió arriba, pero esta vez para quedarse para siempre, junto a las estrellas.
 
Pero del cielo no sólo vienen héroes, también traen nuestros sueños y nuestras esperanzas. Por eso cuando necesitamos ayuda desesperada o sentimos una inmensa alegría, instintivamente echamos la cabeza hacia atrás y miramos el lugar donde se ubica el firmamento.
Hace unas semanas aterricé en un hospital de Barcelona, como tantas otras veces, para llevar a un paciente. Lo descargamos del helicóptero y lo acercamos a Urgencias con una ambulancia, que nos esperaba a pie del aparato.
Cuando volvíamos de vacío, charlando tranquilamente con mi compañero, el enfermero, vimos que había alguien hablando con el piloto, que habitualmente se queda custodiando la nave. Nuestro visitante era un chico en silla de ruedas, de unos treinta años, al que había acercado su novia, que se apoyaba ligeramente en las manillas de su silla.
 
Llegué hasta él y me incorporé a mitad de su conversación. Contaba que llevaba allí dos meses, desde el día que tuvo el accidente con su parapente y unos compañeros nuestros, en helicóptero, lo trajeron hasta el hospital.
Tenía una mirada triste, pero aún así, su brillo transmitía esperanza. Creo que aún no había acabado de aceptar que no volvería a caminar nunca más.
Nos iba hablando y viéndolo postrado en aquella silla, me imaginaba qué pensaría yo si estuviese en su situación. Mis pensamientos se interrumpieron con sus palabras, que a modo de despedida, al vernos recoger todo, nos dijo:
 
Cada vez que oigo el helicóptero le pido a ella que me acerque para veros y daros las gracias por haberme salvado la vida y por la labor que hacéis. Y cada vez que os veo llegar, pienso que hay alguien que sufre, alguien que ha tenido algo terrible. Tanto, que ha necesitado de un helicóptero que lo lleve corriendo al hospital.
Pero siempre acabo pensando que algún día no traeréis gente que sufre, sino que vendrá un remedio, no sé cuál, que podrá curar a gente que tiene lesiones medulares como yo. Y sé que no lo traerá nadie más que vosotros. Porque vosotros, que venís del cielo, sois los héroes de verdad...
 
 
 

1 comentarios:

Annanota dijo...

Precioso post, muchas gracias! Lo primero que he hecho ha sido salir del coche y mirar al cielo encapotado de hoy