lunes, 16 de mayo de 2011

El público


En alguna otra ocasión he comentado el temor a hablar en público. El enfrentarte a toda esa gente que está pendiente de cada una de tus palabras, es a menudo bastante incómodo.
De mis tiempos de facultad recuerdo una cita de Nietzsche que decía: Cuando miras al abismo, el abismo también te mira a ti. Reflexión que reservaba desde entonces para una ocasión como ésta, a sabiendas de no estar plenamente convencido que encaje en el tema. Adecuada o no, estos días he vuelto a mirar los ojos del abismo. Esta semana no ha sido una excepción. He tenido actuaciones artísticas de toda índole, que han puesto a prueba mis nervios en el escenario.
Ha comenzado con un curso en el que me ha tocado dar una clase y más tarde examinar a mis compañeros, muchos de los cuales con más experiencia y conocimientos que yo, lo que convierte esta experiencia en extremadamente excitante. Pero a pesar de ello, me siento muy orgulloso de mí mismo, pues esperaba encontrarme atenazado por los nervios y la verdad es que creo que me he desenvuelto con naturalidad y sin titubear en ningún momento.
Pero esta travesía no ha acabado aquí. De nuevo osé cruzar El Rubicón al día siguiente (cita histórica que le da cierto empaque al argumento). Esta vez fui como alumno a un curso sobre paciente pediátrico politraumático. Ya me advirtieron que era muy duro y exigente, por lo que el ser evaluado, le añadiría lógicos nervios al siempre indeseado examen práctico oral.
Pero contra todo pronóstico previo, el resultado acabaría siendo más que convincente, enfrentándome al temido caso práctico con total tranquilidad.

Como esa famosa ciudad griega, la Maratón no acababa aquí. Por si fuera poco, la semana docente acaba con el encargo de dar una clase a compañeros de trabajo. De nuevo, una audiencia de alto nivel, muy competente, que con sus preguntas podrían desarmarte por completo. Una gran responsabilidad que pude capear con gran éxito. Los nervios de otros momentos, no hicieron su aparición en ningún momento. Después de esta semana tan intensa, con este resultado, me hace pensar que algo está cambiando dentro de mí. No me han invadido esos pensamientos habituales como:
- ¿Quién me manda prestarme a esto?
- ¿En qué estaría pensando cuando dije que sí?

Parece que por fin, ese enemigo invisible que me ha acompañado siempre, comienza a perder la batalla.
Pero aunque me he visto tranquilo, todavía tengo una cita que francamente me tiene atenazado y sólo pensar en ella, me hace sentir un nudo en la garganta: Mañana me espera un público entendido, que no perdona. Una audiencia de edades comprendidas entre dos y tres años. Mi hijo Guille y sus compañeros de guardería, que esperan ansiosamente que llegue a la clase y les cuente un cuento.
Mientras intento prepararme en el relato, no puedo evitar pensar por qué me presté a esto y en qué estaba pensando cuando dije que sí...

Y como llevo varios días con este run-run en la cabeza, pensé que nadie mejor que mi propio hijo, para ayudarme a salir del atolladero, así que la otra noche tuvimos una reuníón importante en su habitación.
- Guille - le dije - ya sabes que el jueves voy al cole a contarte un cuento, ¿verdad?
- Sí, Papi - me contestó moviendo hacia arriba y abajo su cabeza.
- ¿De qué quieres que sea? - indagué.
- ¡De piratas! - me contestó entusiasmado.
- Bueno - pensé - eso está hecho, no tengo más que adaptar una historia que ya tengo por la mano.
- ...y un cohete espacial - me añade con los ojos bien abiertos. Lo suficiente como para no ser capaz de no incluirlo en mi historia.
- Papi, también un dragón en su castillo...
- Pero Guille... - digo casi balbuceando.
- ...y una carrera de coches - continúa, muy excitado, con ese inesperado cuento a la carta.

Por lo que llegados a ese punto, pensé que lo mejor era finiquitar la cumbre, darle rápidamente un beso de buenas noches y arroparlo con su edredón, antes de que me complicara aún más el cuento...

Así que aquí estoy, acongojado, contando las horas que quedan para estar delante de ese público experto, exigente e implacable, que ha de vibrar y emocionarse, con una historia que incluya un cohete espacial, un castillo, una carrera de coches, unos piratas y un dragón.

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