sábado, 24 de marzo de 2012

La Sanidad



















Ahora estoy de vuelta de mi tierra. Desde mi asiento puedo ver el atardecer que se asoma en la ventanilla de enfrente. Los rojizos, ocres y por encima de ellos, el inmenso azul de Canarias, que un día inmortalizó el modisto Leo Berhanyer en el más bonito uniforme de las azafatas de Iberia, se abren paso en la cabina de mi avión.
Ha sido una visita muy corta. Tan breve que no he dejado tiempo a que se instaure en mí la morriña, ni tampoco el deleite de los rincones y las gentes de la que era mi isla y que cada vez se va pareciendo menos a la que dejé, cuando marché de mis tierras.

Vuelvo a casa, a Barcelona, a continuar con mi vida de médico, a mi dulce rutina. A mis guardias, a mis clases de máster de gestión sanitaria los martes, a aprender de índices de salud, de capacidad de liderazgo, de sistemas de salud, de estrategia sanitaria, de estados financieros, de copagos, de avances sanitarios en la población, de sostenibilidad, de integración de servicios, de gestión de recursos humanos de los profesionales de la salud… Todos son aspectos apasionantes e indispensables en torno a la Sanidad, que este viaje relámpago e inesperado a Tenerife, me han hecho reflexionar…
 
He dejado tras de mí, a mi padre, que ha sufrido un problema cardiaco, felizmente resuelto por los avances de la Medicina moderna. Todo ha salido bien. Lo he dejado casi mejor que la última vez que lo vi, tal vez con el canguelo en el cuerpo, pero satisfecho y animado por haber superado el trance y ahora disponer de una nueva historia que añadir a su repertorio, para poder contar a ese público incondicional, que le acompaña siempre en reuniones familiares o de amigos.

Dentro de todo, ha sido afortunado por tener 69 años en 2012. Su padre no hubiese tenido la misma suerte. Ha tenido la suerte de ser atendido en un hospital moderno, vanguardista, con un helipuerto en la azotea y procedimientos médicos punteros. La Medicina actual le ha brindado la posibilidad de adelantarse a la enfermedad y mediante un catéter, partiendo de su antebrazo, alcanzar las arterias coronarias, detectar una estenosis incipiente en la luz del vaso, desobstruirla y en menos de media hora, resolver el problema. En tan sólo 24 horas ya estaba dando vueltas por casa. De aquí en adelante, con dieta y cuidados básicos, podrá continuar con una vida completamente normal. Además de esta técnica invasiva, se le ha pautado prasugrel, fármaco anti-agregante de ultimísima generación, por tanto, carísimo y se supone que de efectividad excepcional; lo último de la industria farmacéutica para el tratamiento de la cardiopatía isquémica. Todo a coste cero, como es preceptivo en un sistema sanitario como el nuestro, que se precia de ser universal y gratuito.

Pero a pesar de que se le ha brindado todo aquello que se le podía proporcionar en la actualidad, le ha faltado en 2012 algo que desde la Medicina de Hipócrates ya existía: el trato humano. Podría relatar aquí cómo fue abandonado desnudo en Urgencias. Cómo establecen una muralla entre aquel hombre, mi padre y sus familiares, a los que por cualquier motivada razón, no se les proporciona información, mientras angustiados esperan que les cuente alguien qué pasa… Parece que la fría burocracia y la dictadura de los protocolos se han apoderado del ser humano y del sentido común.

Esto me trae a la memoria a mi primo César, que esperaba de madrugada en otro hospital, esta vez en La Palma, haciendo guardia en aquellos gélidos pasillos, por fuera de la UCI, a que alguien le contase de su padre, mi tío Fico. Durante días mucha gente lo vio apostado allí fuera, pero tan sólo una enfermera, que se apenó de él, tras verlo allí, tantas horas, una noche salió y le ofreció una manta, para que se protegiera del húmedo frío del hospital de la Breña.
 
No creo que el trato humano tenga que ver con presión asistencial, ni con bajos sueldos, ni con recortes. No sé qué nos está pasando en nuestra profesión. ¿Qué ha sucedido para que nos olvidemos de nuestros enfermitos? ¿Es que acaso, con tanta angioplastia percutánea, tomografía por emisión de positrones o reacción en cadena de la polimerasa, nos hemos olvidado de lo más importante, de nuestra razón de ser? Un gesto de cariño a alguien que llega asustado a Urgencias, aunque lo disimule con humor haciendo bromas, no cuesta esfuerzo. Una palabra amable, una ligera caricia, una sonrisa, una explicación de lo que pasa, de lo que va a suceder. Tan sólo interesarse por la persona que tenemos delante, que podría ser tú mismo…

Me da mucha pena, porque esto me pasó en el hospital donde estuve tantos años formándome. Un lugar que fue mi segunda casa y al que le tenía tanto cariño. Estar allí y ver cómo el paso del tiempo me ha convertido en un desconocido, me ha hecho sentir rabia y tristeza por dentro. Las paredes, el continente de mi hospital es el mismo, pero el anonimato que me ha supuesto mi ausencia de tantos años, me ha revelado algo que me cuesta creer. Quiero pensar que no es cierto, que ha sido un mal día. Que hemos coincidido con un turno de trabajo más estresado que el resto, que esos días iban saturados de trabajo, que estaban descontentos con las políticas sanitarias de la Consejería, de los recortes en Sanidad, de las condiciones laborales, del futuro. Quiero creer que todo esto que he vivido, no es verdad. Me gustaría pensar que la profesión más noble que existe, no se ha deshumanizado.

4 comentarios:

Ana Glez Duque dijo...

Me temo que sí. ¿Qué crees que me hizo plantearme cambiar de especialidad y empezar, de nuevo, desde cero?? Fue, principalmente, el descubrir que estaba tan quemada que ya no me importaba nada. Y eso no es compatible con nuestra profesión.
Me alegro de que todo haya salido bien. Dale a tu padre un beso de mi parte.

melkarr dijo...

Es triste, pero pienso que la Sanidad debería hacer una reflexión. Deberíamos hacérnosla todos y pensar si vamos por el buen camino, si tal vez hemos dejado en la cuneta a lo más importante de nuestra historia: al paciente.

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo. Lo peor es que eso (el trato humano) yo creo que no se puede encentar. Y aun peor, ensenyamos incluso lo contrario. Esta semana he atendido varios cursos de los obligatorios anuales en el hospital. En uno me han recordado que si veo a alguien a punto de caerse en el pasillo no debo intentar parar la caída... podría denunciarme y yo (y el hospital) tener problemas, o podría yo hacerme danyo... si el se hace danyo no es probema, ya era nuestro paciente y yo no me habré lesionado y le podré seguir atendiendo... En otro me han recordado que si alguien necesita reanimacion cardiopulmonar me debo limitar a las compresiones si no dispongo de mascarilla.. me podrían contagiar algo y el hospital no me cubrirá, seria un riesgo que correría por mi cuenta... al final hasta el trainer hacia broma y dijo que hemos llegado a un punto en que intentamos no tocar a nuestros pacientes... porque están enfermos y pueden contagiarnos!!! Y aunque entiendo el mensaje y hay parte de el que comparto, ha llevado a una situación peligrosa. Yo trabajo en el Reino Unido y es una exageración como el trato humano no existe. Perdon por la parrafada.
Ana UK
P.S. Empiezo a pensar que soy un robot, siempre tardo mucho en descifrar las dos palabras malditas! A nadie mas le pasa?

Anónimo dijo...

enentar no, ensenyar, maldito corrector