viernes, 2 de marzo de 2012

El Pirata



















El sueño nos conducía plácidamente hacia el abrupto despertar de cada mañana. A la mitad de dicha travesía, o quizás no en medio, pero sí cuando nuestro descanso era más profundo, una pequeña figura se presentó en nuestro cuarto. Guille alargó su manita, acariciando la superficie del edredón y con voz temblorosa, nos dijo:
- No puedo dormir. Tengo pesadillas.
- No te preocupes, Guille - le contestó su madre cariñosamente, mientras su padre roncaba ajeno a todo esto - Vete a acostarte. Ya verás que ahora podrás dormir bien...
Él confió una vez más en su madre, se fue a su cuarto y el resto de la noche, tal y como ella le dijo, durmió plácidamente.

Al día siguiente, como cada mañana, camino del colegio, Guille, su hermana Marta y su madre, fueron charlando tranquilamente.
Guille no había olvidado su sueño y pronto comenzó a hablar:
- Anoche tuve una pesadilla con un pirata.
- ¿Qué pasó? Cuenta, Guille - le animó su madre.
- Estaba durmiendo en mi cuarto y a media noche me levanté al baño para hacer pis. Al salir de la cama vi a un pirata.
- ¿¿Un pirata?? - preguntó Marta asombrada.
- Sí, era un pirata que entró en el cuarto por la noche. Estaba de pie, al lado de mi cama - continuó Guille, hablando con los ojos casi cerrados, como recitando de memoria. Entonces abrió sus ojos y extendiendo los brazos, dijo con voz profunda:  Era muy grande y tenía unos pelos muy largos y cara de malo. Ese pirata quería asustarme, por eso me metí en la cama y me tapé hasta arriba.
- ¿Y se fue? - preguntó Marta intrigada.
- No, porque ese pirata era mágico... Tenía una llave mágica que me destapaba las sábanas. Yo tenía mucho miedo porque ese pirata quería asustarme.  Me puse a llamarte, Marta, pero el pirata no se iba. Así que llamé a Papá y a Mamá, pero no se marchaba.

Poco a poco, guiados por el relato de Guille, se iban acercando al colegio. Lou escuchaba con interés lo que contaba Guille. Iban caminando, esquivando árboles de la acera, siendo adelantados por todos aquéllos que iban a una velocidad más rápida. Lou empujó suavemente por la espalda a Guille, para que se apresurara, cuando se apercibió de un hombre desconocido, que caminaba próximo a ellos, adaptando su paso al de la lenta comitiva. Mientras sucedía esto, Guille continuaba relatando aquel cuento fantástico, ajeno a aquella extraña compañía.

- Me levanté de la cama, porque quería ir a hacer pis, pero el pirata mágico no me dejaba salir del cuarto. Entonces le empujé y le dije que se marchara...
- ¿Y qué paso? - preguntó su hermana Marta.
- Como era mágico, se fue como un murciélago por la ventana y no volvió más...
- Guille - le dijo Marta - otro día que vuelvas a tener una pesadilla con ese pirata, me despiertas y lo echamos entre los dos.
Guille oyendo esto, sonrió satisfecho mirando con orgullo a su hermana mayor.
Con el fin de la historia, llegaron por fin a la puerta del colegio. El hombre de avanzada edad que les seguía de cerca, continuaba junto a ellos. De repente, dio un paso más y se acercó a Lou:
- Disculpe, señora - dijo, abordando a Lou - pero, ¿qué edad tiene su hijo?
- Tres años - contestó Lou sorprendida.
- Le felicito. Tiene un hijo fantástico. Tiene una capacidad de expresarse asombrosa para su edad. Perdone que haya estado siguiéndolos, pero es que me estaba interesando tanto la historia, que no quería quedarme sin saber cómo terminaba.

Y diciendo esto, se despidió y se marchó.
Desde aquella noche, las cosas han cambiado en nuestra familia. A los Reyes Magos, Papa Nöel, el ratoncito Pérez, y al hombre del saco, ha venido a añadirse el Pirata Mágico.
Creo que este pirata ha sido un gran fichaje. A partir de ahora, cuando no se quieran tomar la comida o recoger el cuarto, les diremos que si no obedecen, vendrá el Pirata Mágico por la noche. Así que con este regalo inesperado, ¿Quién cree todavía que las pesadillas infantiles son malas?

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