lunes, 21 de noviembre de 2011

La carrera


Las primeras elecciones que recuerdo son las municipales de 1979, donde mi padre se presentó por un partido independiente. No fue elegido concejal, pero lo que todos recordamos de aquella primera y última incursión familiar en la Política, fue cuando mi hermana llegó a casa llorando porque había había visto un cartel de mi padre, cerca del mercado, en el que le habían pintado con rotulador unos bigotes.

Debió ser entonces cuando empezó una pasión mía por las elecciones. Desde siempre me han gustado las campañas electorales, con esos mítines chuscos con promesas imposibles y frases de cara a la galería, los apasionantes debates que acaban siendo aburridos y donde no se saca a la palestra lo que todo el mundo espera que digan los candidatos, pero sobre todo lo que siempre me ha atraído es el día de las elecciones. Tiene una seducción sobre mi persona de la misma manera que lo hace el festival de Eurovisión. Si no fuera porque me avergüenzo de esta pasión inconfesable, me destaparía, saldría del armario festivalero y libreta en mano votaría cada una de las canciones que desfilaran delante de mi televisión de pantalla plana. Lo único que me retrae de hacerlo es mi sentimiento chauvinista y patriótico, que se sonroja ante la pésima calidad de las canciones que defienden nuestro sentir patrio cada año. Porque desde aquella inigualable Lady Lady de 1984, ninguna canción española ha conseguido volver a despertar mi aletargado interés festivalero.

Así que a falta de Eurovisión, el recuento con el que disfruto es el que me ofrecen las elecciones democráticas. Y no me puedo quejar, porque tenemos autonómicas, europeas, municipales y la gran estrella de las estrellas, las generales.

Robando tiempo al sueño, analizo el resultado de estas últimas consultas generales y tan abrumador resultado y la evolución de la política nacional estos últimos años, sin querer me transportan a cuando yo tenía cinco o seis años y las elecciones democráticas estaban aún por llegar.

No sé por qué, pero en el colegio había una fiesta con muchos juegos infantiles. Digo que no sé el motivo, porque aquel festejo no se volvió a repetir en más ocasiones.
La carrera electoral que han tenido los candidatos, me recordaron a mí, cuando en aquel festival escolar, participé en una carrera de sacos.
No era yo precisamente un niño atlético, pero tampoco era torpe. Podríamos decir que era más bien de la media. Casi sin darme cuenta, me agarró mi profesora, me metió dentro de un saco de arpillera y me situó en línea con otros nueve niños, al fondo de una pista de baloncesto. Tras un pistoletazo, salimos los diez niños, corriendo a base de saltos, agarrando con fuerza el saco. Era la primera vez que participaba en una carrera de este tipo y la verdad es que no he vuelto a repetir nunca más.
Tuve una buena salida y entre salto y salto, me situé en un aceptable tercer lugar. Cuando estaba llegando al centro del campo, vi cómo me iba aproximando al segundo, que por mirarme se tropezó y cayó al suelo.
Yo continuaba avanzando a paso no muy rápido, pero constante. Ahora me había situado en segundo lugar. A lo lejos veía al primero, que saltaba a gran velocidad y al que no soñaba con poder alcanzar, por lo que me conformaba con un más que meritorio subcampeonato.
Para mi sorpresa, el líder de la carrera a unos metros de alcanzar la meta dio con sus huesos en el suelo. Yo mantenía mi velocidad uniforme y casi sin esfuerzo, debido a la torpeza o a la excesiva ambición de mis rivales, crucé la meta en primer lugar.

Como premio por aquella proeza, me regalaron una bolsa de plástico negra, que tenía globos, una caja con sorpresas, con caramelos, chicles, una piruleta de colores, unos soldados verdes de plástico con una peana que les agarraba los pies y unos boliches (o canicas) preciosos.

Esta noche, sin querer, viendo la gesta del ganador de esta carrera electoral, me acordé de aquel niño que se alzó con la victoria en su primera carrera de sacos. Pero visto lo visto, me da la impresión que mis pequeños soldados verdes y mis boliches, fueron mucho mejor premio que lo que le van a dar al ganador de esta otra carrera.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdo otra anécdota: Como en los medios de comunicación no se hablaba sino de democracia y la nueva situación en España, tu hermana cuando iba a la capilla del colegio en lugar de cantar "Demos gracias al Señor, demos gracias"... decía "Democracia al Señor, democracia... Los resultados de esta carrera electoral han sido sorprendentes, esperemos que hagan bien la tarea y al final puedan recibir su premio como el niño ganador de la carrera de sacos.