lunes, 6 de abril de 2020

El valor de un abrazo












Aquí estoy, sentado en mi ordenador, empezando una guardia más en la ambulancia. De la misma manera que lo hice cientos y miles de veces desde hace tanto y tanto tiempo. Parece que el tiempo no ha pasado, ahora que he vuelto. La ambulancia es la misma, sus colores, los uniformes, el material, pero muchas cosas ya no son como las dejé hace dos años.

Ahí fuera tenemos un enemigo que espera atacarnos. Nos tiene desconcertados. Es muy peligroso, porque se oculta para sorprendernos. Pero es astuto. Quiere hacernos pensar que está escondido, pero a lo mejor resulta que en realidad está presente, acechando por todas partes. 
Son momentos difíciles y por eso todo el mundo sabe lo complicado que es esta guerra. Quizás por eso ahora nos tratan como héroes. Por hacer las mismas cosas que siempre hemos hecho. Nos aplauden cada día a las ocho de la tarde, nos felicitan a todas horas por la calle y nos desean lo mejor.
Soy un privilegiado por estar viviendo estos tiempos de crisis. Me hace sentirme muy orgulloso de mi profesión, me emocionan esos gestos, aunque no creo que ahora nos lo merezcamos más que antes.

Todo es felicidad, pero no lo es.
Nos quitamos el traje de superhéroe y volvemos a ser el tímido Clark Kent, oculto tras sus gafas de pasta negra. Sin uniforme somos ciudadanos normales. Hacemos lo mismo que ellos. Vivimos recluidos. Aislados por dentro y por fuera.

Tengo un amigo que siempre rebosa optimismo. Es el autor de las frases improvisadas más bonitas y reconfortantes. Este amigo está en otra nave espacial como la mía, separado del resto. En otra isla, a la que hace semanas que no van barcos. Es uno de esos amigos, de los pocos, que está cuando no lo llamas, porque siempre sabe cuándo es el momento en el que le necesitas. 
Es alguien a quien quieres, hasta cuando tiene momentos insoportables, porque es auténtico y no hay nada más valioso que ser así. Único. 
Tengo un amigo que ama los abrazos. Los abrazos que ahora no tiene y que tanto le gusta dar.

Bajo esta reclusión no puedo más que acordarme de ellos y echarlos de menos.
Como la gente que nos aplaude, ahora que no están sus abrazos y no puedo notar la presión de su pecho, es cuando me doy cuenta de lo importante que eran y de todas las veces que no les di el valor que realmente tenían.

Vendrán otra vez los buenos tiempos, los encuentros con la familia, los amigos, las tertulias, los partidos de pádel, las cañas en una terraza a la luz del radiante sol y las cenas improvisadas bajo la luz de la luna. Todo volverá a la normalidad, como si nada hubiera pasado, pero muchas cosas ya no serán iguales.

Ahora que se ve la luz, somos conscientes que hemos estado a punto de perderlo todo. Podemos decir que hemos salido ganando, porque sabemos el valor de las cosas. Porque gracias a todo esto, ya no somos los mismos. 
En cuanto se pueda, saldremos del cautiverio y nos encontraremos. Recuperaremos el tiempo perdido, todos aquellos buenos momentos que nos ha robado ese virus.
Nos abrazaremos de nuevo con fuerza, sintiendo nuestra amistad y celebraremos que somos más fuertes que antes y que nadie, ni nada, puede con nosotros.



3 comentarios:

MONTJOR dijo...

Aplauso y Abrazote para Ti y los tuyos !!!

Juanma dijo...

Grande Mel!!!! Te envío uno de esos abrazos que tanto se encuentran a faltar!!!

Anónimo dijo...

Otro gran texto...y con frase escondida
Roser