jueves, 15 de diciembre de 2011

Mis relatos


Esta noche abro el correo, cosa que hago compulsivamente miles de veces al día y me encuentro con un mensaje de protesta. Mi cuñada Marta, en representación de ese club de fans que un día decidió fundar, me recrimina que tengo, de alguna manera, abandonadas estas pobres y huérfanas páginas.
Puede ser que el ritmo de escritura haya bajado, pero de ahí a que haya arrojado la toalla, en absoluto...

El quehacer diario me impide contar cosas. Por un lado, por el cansancio cuando has llegado a casa y por otro, porque ahí fuera no aparecen historias que lleguen y que merezca la pena ser contadas.
Pero eso no significa que abandone la escritura. En mi mente, a medio escribir tengo varios relatos.
Hace unas semanas, en el otro blog, el de música, esbocé la sinopsis de una historia de ciencia ficción que tengo en mente desde hace mucho tiempo: Suburbia. De hecho, tan sólo tengo que escribirla. A su protagonista, CP450, desgraciado habitante de un mundo feliz ideal, le aguardan unas situaciones que han de esperar a que pasen de mi mente al brazo y de ahí al papel. Tan sólo es cuestión de tiempo.

Otro cuento que tengo en una etapa mental embrionaria, es el tercer episodio de un relato de novela negra, de un detective llamado Joe Marioweather, de asombroso parecido con mi amigo Mario. La redacción del episodio anterior me mantuvo entretenido durante todo el verano, metiéndolo en situaciones difíciles, acosado por sus temibles enemigos, el despiadado y cruel Rorfri y el maquiavélico alcalde Mol de Haatum. Las aventuras de Joe Marioweather me hicieron secuestrar tiempo a mi familia, que probablemente acabaron hartos de verme sentado a todas horas, riendo delante del ordenador. A quien esté interesado, le envío la primera o segunda entrega, tan sólo a cambio de que una vez leídas, se comprometa a hacerme llegar algún comentario, ideas o impresiones.

Y para que mi cuñada Marta no siga creyendo que mi creatividad está apagada, hoy mismo he terminado un relatillo muy corto.
Recogiendo el guante de un programa de RNE que escuché el otro día camino de casa, tras salir de una guardia, me sentí tentado por la idea de escribir un microrrelato de 150 palabras. Aparte de esta extensión máxima, otra condición exigida es que hablase de un balón. Pero un balón que no fuese para jugar a ningún deporte.
Éste es el resultado:


El Balón azul

El padre pisó los pedales y movió la dirección. El vehículo se desplazó, virando vertiginosamente. Atrás, atado en su asiento, se encontraba un niño pecoso, de unos cinco años. El giro dejó al alcance de la vista del hijo, un paisaje estrellado, que tanto le gustaba apreciar a través de su ventana.
La oscuridad fue interrumpida por la aparición de una figura esférica, inmóvil, flotando como un globo, que atrajo de inmediato la atención del niño, deslumbrado por su belleza.
- Papá: ¿me dejarás salir afuera a jugar con ese balón azul? - preguntó el niño excitado.
El padre miró al exterior y comprendió enseguida.
- No puede ser, hijo mío – dijo el hombre con voz temblorosa y emocionada - Esa bola no es ningún balón. Es nuestro hogar, nuestra querida Tierra. Te prometo que algún día, cuando sea habitable de nuevo, volveremos y podrás jugar en ese precioso balón azul.



1 comentarios:

Mario González dijo...

En serio? Que el tan afamado, archiconocido y genial personaje de Joe Marioweather se parece conmigo????? Estoy emocionado........!!!!!