Hoy voy a proponer un pequeño ejercicio de imaginación. Invito a todos los que me leen a que me acompañen. La única que tiene permiso para no seguirme es Lou, que este ejercicio se lo he hecho ¿veinte? ¿treinta? ¿cincuenta veces?
Pues bien, empecemos. Imagina que te levantas una mañana en casa. Todo el mundo ya está en pie y te pones a desayunar con toda la familia. Ves cómo tus hijos se toman la leche con cebolla en polvo disuelta, se relamen y les quedan restos de cebolla en las comisuras de la boca, pasando rápidamente la lengua y sonriendo de satisfacción. No contentos con esta dosis de tubérculos, van mojando en la leche unas madalenas blanditas, recubiertas de cebolla y con trocitos de cebolla cruda dentro. ¡Y les encanta...!
Tú apuras tu caliente café con leche y te levantas. -¡Venga!, ¡venga!, ¡Que se hace tarde! - les dices-. Y como cada mañana, sales corriendo a la calle, a empezar el nuevo día.
Por el camino tu hija se queda rezagada viendo el escaparate de una tienda cuyo cartel dice: CEBOLLAS. Las hay de todos los tipos y colores. Bolitas de cebolla rellenas de cebolla, prensadas al 70%, al 40%, con leche, con frutas, con almendras, con frutos secos, incluso las hay light y hasta para diabéticos...
Dejas a los niños en el colegio, les das un beso y les entregas su mochila con la merienda dentro. Por el resquicio de una cremallera entreabierta ves unos dónuts recubiertos de cebolla, que su madre les había puesto. Ella sabe que les encantan...
Son las cinco: la hora de recogerlos al cole. La mayor va a un cumpleaños de un amiguito de clase. No te lo han dicho, pero ya te imaginas de qué será la tarta que comerá tu hija. Aprovechando esos canguros improvisados, te vas a merendar con tu mujer. Tiene un antojo: le apetece tomarse unos churros con cebollas.
Te das cuenta que vives en un mundo donde todos son distintos que tú. Te cuesta entender que gusten las cebollas crudas a todos, lo que no entra en tu cabeza es que además despierte esa pasión desmedida...
Esto te pasa desde que tienes el primer recuerdo de pequeño, cuando escupiste la primera cebolla que te pusieron en la boca, y la segunda... y la tercera...
Cuando ya te has vuelto mayor como para hablar de sexo sin enrojecerte con los demás, incluso oyes decir a un sacrílego, que la cebolla es el mejor sustitutivo del sexo...
Parece que vives en un universo distinto, donde te acostumbras a no entender nada. Incluso alguna vez he pensado crear un club de gente distinta, como yo. Seguro que alguno más habrá por ahí, escondido, como un asustado miembro de la Resistencia, esperando cada día poder salir de su escondite cuando llegue su esperado contacto y le diga la contraseña convenida: ¿A tí tampoco te gusta el chocolate?
7 comentarios:
Muy interesante. He conocido tu blog de casualidad, y la verdad es que escribes muy pero que muy bien.
Gracias. Me alegro que te haya gustado y espero que de vez en cuando te pases por aquí y que disfrutes leyendo, tanto como yo lo hago escribiendo mis cositas.
Este artículo se lo dedico a mis padres, que cuando descubrieron que no me gustaba el chocolate, nunca me obligaron a volverlo a tomar.
Qué mal lo has tenido que pasar, pobrecico. Y tus padres "obligándote" a tomar chocolate. Qué tamaña injusticia...
Ya podía pasarme a mí.
En concreto, a mi no me gustaban las verduras, ni el marisco, ni un montón de cosas, y joer, me lo metían a la fuerza...
Hoy día siguen sin gustarme, pero como uno ya es "independiente" pues como que... jeje.
Y sí, escribes muy bien. Merece la pena leerte. Cualquier día te pondré en mi lista de blogs, ahoramismo estás en "marcadores", jeje.
Un saludo
¿No te gusta el chocolate?¿En serio?Y yo sin saberlo.¿Y cómo subes las endorfinas?
Vale, lo he entendido, aunque me chiflan las cebollas ;-D
Estoy acostumbrado a ser el niño raro que no tomaba tarta ni chocolate caliente en los cumpleaños. ¿De verdad Dra que no lo sabías?
Bueno, espero que tus padres no se sientan culpables por esas reflexiones tuyas tan antiguas.
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