En octubre de 2009, Madrid volvió a perder otra oportunidad de ser una ciudad olímpica. A pesar de los esfuerzos del presidente de Honor Vitalicio del COI, Juan Antonio Samaranch, la capital de España se quedaba sin el ansiado premio. Sus palabras, emocionantes, en el discurso de defensa de la candidatura madrileña, fueron: "Estoy muy cerca del final de mi vida. Tengo 89 años y me gustaría pedirles que consideren darle a mi país el honor de organizar los juegos olímpicos de 2016".
Tanto esfuerzo en vano y una agenda apretada, hicieron que recayera días después en Mónaco, donde daba una conferencia. Para traerlo a España se fletó un avión ambulancia por parte del RACC y me pidieron que fuese yo el que lo repatriase a Barcelona.
Un distinguido paciente como aquél, me obligaría a hacer un esfuerzo para expresarme lo mejor posible en catalán.
En la habitación del Hospital Princess Grace me encontré con me aquel anciano menudo con aquella cara tan familiar.
Todo el viaje estaba muy taciturno, como contrariado, con ganas de volver a casa y abandonar de una vez a los médicos. Con él viajaba su secretaria, Annie, con quien fui hablando la mayor parte del tiempo que duró nuestro viaje y debo decir que era una mujer encantadora, que trataba a su jefe con una dulzura y un cariño que podía ser visto por todos los que lo rodeaban.
Samaranch de vez en cuando, salía como de su trance y me preguntó:
-¿Sabes hablar inglés?
Sí, - le respondí.
- Con el catalán no se llega a ninguna parte. En el mundo lo importante es saber hablar inglés.
Y volvió de nuevo a sus pensamientos, respirando entrecortadamente.
No quise importunarlo con preguntas tontas que seguro estaría harto de haber contestado a todo el mundo durante años. Sólo le hice alguna observación tipo: -Me imagino que está deseando estar ya en casa... - A lo que sólo tuve una media sonrisa como respuesta.
Continuó con sus pensamientos y al cabo de un rato, como surgiendo del oráculo, me mira de nuevo y me dice:
- He estado en todos los países del mundo. Y ¿sabe cuál es el más bonito de todos?
- No, - dije meneando la cabeza.
- Un país que no conoce nadie. Unas islas del Pacífico que se llaman Palau Palau. Es un país precioso.- Y se reunió de nuevo con sus pensamientos...
Nuestro avión aterrizó en Barcelona, nos dio las gracias por todo y se fue en su coche con su chófer y su secretaria a su casa. Antes, Annie nos regaló un recuerdo de parte del Sr. Samaranch: un llavero de plata del Comité Olímpico Internacional.
Ayer recibí la noticia de que mi paciente había fallecido, y recordé el viaje que habíamos hecho juntos y las sensaciones que experimenté al estar con un personaje de su talla. Él se ha vuelto a ir de viaje, esta vez para siempre. Estoy seguro de que se ha marchado a Palau Palau.
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