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domingo, 15 de septiembre de 2024

El viajero del Tiempo


Se han oído muchas historias sobre viajes en el tiempo. Se han escrito muchas novelas. Se han rodado numerosas películas, pero hasta ahora todo pertenecía al mundo de la ficción. 
¿Quién no ha soñado con poder hacer viajes en el tiempo y situarse en una época determinada? ¿En el pasado? ¿Echar un vistazo al futuro? ¿Conocer personajes históricos de primera mano? ¿Ver a nuestros antepasados? 
El catálogo es fascinante. Lo sé. Y digo que lo sé, porque hoy es un día de confesiones. Hoy es un día importante. Lo creáis o no, soy un viajero del tiempo. De hecho, tan solo hace un momento que aterricé aquí. Acabo de llegar.

Pero empezaré por el principio, aunque tratándose de un viajero del tiempo como yo, hablar de principio, resulte muy gracioso. Vengo de algún momento y me muevo de adelante hacia atrás a mi antojo. No hay ni comienzo ni final. Por eso todo el mundo se pregunta cómo es posible que esté tan joven y guapo. Pues por eso, porque por mí no pasa el tiempo...

Hace unos años comenzó la Tecnología para viajar en el tiempo. Eran máquinas muy sencillas donde solo había que ajustar un reloj de destino y el aparato te llevaba de forma instantánea a la fecha que habías prefijado. Los primeros en usarlas fueron los historiadores y en cuanto bajaron los precios y se hicieron asequibles, por fin cualquiera se podía hacer con su propia máquina.

En poco tiempo se reescribieron todos los libros de historia y se publicaron miles de tesis. En cuanto la gente pudo viajar a cualquier época sentados desde el salón de casa, se desató la locura. Pero como todo, en cuanto se acabó la novedad, la gente empezó a estar aburrida de ir a ver a Napoleón, a conocer a Marilyn Monroe, o hacerse fotos con Elvis o con Cantinflas. Los fabricantes de estas máquinas vieron que las ventas empezaron a caer en picado. Así que lanzaron una segunda versión con nuevas e increíbles prestaciones. En esta nueva máquina, la fecha era lo de menos. Lo importante ahora era el vínculo estrecho con el usuario. Sus pensamientos, su vida, pero sobretodo, sus sentimientos...

En el nuevo panel de instrumentos ya no hay un reloj. Solo una pantalla con un teclado a modo de buscador. Ahí puedes escribir lo que quieras y la máquina te llevará a aquellos momentos que has vivido.

Hoy he escrito la entrada Momentos felices. Y me he teletransportado a un partido de rugby, donde veo a Guille recuperar un balón en su zona de marca, esquivar a uno, a dos, a tres, a cuatro, así hasta ir atravesando todo el campo. La gente chilla al no creerse lo que hace ese niño tan pequeño, que corre y corre y nadie es capaz de frenarlo, hasta que llega al otro extremo del campo y logra posar el balón en el suelo. 

De ahí me voy a otro sitio y veo que el Madrid gana la Champions League por décima vez, once, doce, trece, catorce, quince veces... Por un momento creo que la máquina se ha quedado encasquillada, pero no... ¡Es verdad!

Estoy asombrado. Esta nueva versión es una maravilla, así que estoy decidido a ponerla más a prueba. Ahora en la ventana de entrada de datos, escribo Momentos muy felices.

La máquina me ha llevado a Madrid, a un bar de copas llamado Kyoto y allí fue cuando me encontré con Lou por primera vez. La vi aparecer con esa sonrisa (sí la sonrisa...), que es la más bonita del mundo.  Fue durante esos días de diciembre. Esos días misteriosos en que la humanidad recuerda aquel instante en que se paró el tiempo. Debo confesar que fui yo, que boquiabierto, le di a pausa, para recrearme...

De ahí doy un salto y me encuentro con un bebé precioso, mofletudo, con enormes ojos azules. Estoy en el nacimiento de Marta... Todo se mueve y en una escena parecida, en el mismo lugar, ahora estoy con Guille y segundos más tarde, con esa otra preciosidad que es mi hija Clara.

¡Esta máquina es increíble! -pienso-. Pero como soy insaciable, quiero ver hasta dónde puede llegar. Me pongo de nuevo en la dirección de destino y escribo: Momentos de gran felicidad.

De pronto, me veo vestido como estoy ahora, rodeado de gente conocida, con un dolor en la cara, de tanto sonreír. Miro al lado y veo a Lou que sonríe aún más que yo (y que aún su sonrisa es más bonita que cuando la vi por primera vez). Estoy en una boda y todo el mundo allí presente es feliz.

Hay otras paradas. Me detengo en una que me lleva hasta el retiro de Emaús. Ahí me encontré de nuevo con la Fe, mi vida dio un cambio que no esperaba, desaparecieron todos, todos mis miedos y me convertí y me abracé a Él.

Creo que la máquina aún tiene recorrido, así que decido estrujarla un poco más. Escribo en la ventanita: Momentos de inmensa felicidad, a ver qué pasa... Para mi sorpresa aún funciona, tarda más de lo normal en dar un resultado, porque tiene que avanzar muchísimo hacia adelante en la felicidad, pero al final se detiene en una iglesia, donde se celebra una boda. La de hoy. Y por eso estoy aquí ahora mismo.

Estoy convencido de que esta máquina del tiempo aún puede llegar un poco más lejos. Aunque ya sé cuál será el próximo destino. De aquí a un tiempo escribiré para que me lleve a esos Momentos de Eterna Felicidad, y allí nos volveremos a encontrar todos los que estamos aquí hoy, de nuevo, acompañados de nuestros seres queridos y juntos, felices abrazados a nuestro Dios, en el Cielo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Etapas














A una mujer nunca se le debe preguntar la edad y a partir de una cantidad razonable de años vividos, a un hombre tampoco. Aunque desconozco el motivo, parece que es una necesidad humana el ubicar en tiempo y espacio a nuestros semejantes. Desde muy pequeños decimos:  Estudiamos en el mismo colegio pero él es un curso mayor que el mío, o también usamos otra expresión más ambigua como: Fulanito, tú eres de mi quinta, ¿verdad? o incluso de una forma más académica se podría decir: La doctora Jomeini es de mi promoción, por poner unos ejemplos.
Todos ellos describen esa fuerza interna incontrolada, que nos hace clasificar como un buen enólogo, a todo el mundo por añadas. Pero como no todos parecen tener la edad que tienen y no todos poseen la edad que refleja su rostro, el ser humano, hábil en encontrar atajos para todo, ha creado desde siempre, una especie de mojones de carretera, etapas en el camino, que sirven de testigo de paso por los años y de una forma un poco burda, pero eficaz, nos ubica a cada uno en su momento.

Desde que yo recuerdo (y ya adelanto para decir que esta primera etapa no cuenta para mí), la gente se clasificaba en aquéllos que vieron al hombre llegar a la luna y los que no estaban para verlo.
Y con la huella de Neil Armstrong, comenzamos este camino plagado de metas volantes.

1) La llegada del hombre a la Luna.

2) El siguiente paso son Los Payasos de la tele. Cuenta el haberlos visto los sábados por la tarde, en directo por la primera cadena, asisitiendo al estreno mundial de Susanita tiene un ratón, El auto de Papá, Hola Don Pepito, La Gallina Turuleca, Mi barba tiene tres pelos... Todavía esta etapa se puede acotar un poco más, acerca de quién se acuerda de cuándo se murió Fofó, o incluso el nombre de todos los payasos de carrerilla.

3) La fase anterior se mezcla con ésta, que es la que corresponde a Heidi y Marco. Aunque siempre se habla del uno cuando se hace mención al otro, hay que aclarar, que Marco es italiano (de los Apeninos a los Andes) y Heidi alemana (de las montañas de Frankfurt), y por tanto, no tienen ninguna relación entre ellos.

4) Estas referencias televisivas, objeto de la aparición de la televisión en color y en Canarias, de la deseada segunda cadena, nos traslada en volandas hacia el siguiente punto: ¿Quién vio la primera emisión de Verano Azul? La primera ¿eh? Con lo que surgen las preguntas inevitables: ¿Tuviste que preguntar en casa qué era eso de la regla cuando le vino a Bea? ¿Lloraste con la muerte de Chanquete?

5) Y acontecimiento mundial, nunca mejor dicho: el Mundial de España de 1982. Algunas escuelas se refieren a este punto cronológico, con la cuestión: ¿Te acuerdas de Naranjito? e incluso los más eruditos sabrían decir cómo se llamaba la serie de dibujos en la que salía (Fútbol en acción) y nombrar alguno de sus amigos (Citrón). Naranjito se ha constituído en una referencia clásica entre los clásicos, que a veces se toma incluso como año cero.

6) Y el fútbol continúa siendo nuestro hilo conductor. Este país escaso de gestas deportivas, no podía desaprovechar la goleada a Malta por 12-1, como marcador del tiempo. Para ellas, podríamos poner como listón los dibujos de Candy Candy, por ejemplo o La Bola de Cristal. Recuerde: no se ría de la Bruja Avería.

7) Y del resto de los 80 pasamos rápidamente, dejando para su análisis, posibles referentes, como el gol con el dedo de Dios de Maradona, la medalla de plata de baloncesto en Los Ángeles, los conciertos de los Hombres G, las faldas de Miguel Bosé o las tetas de Sabrina.

8) Esto nos lleva irremediablemente hacia los juegos olímpicos de Barcelona 92. Hasta ahora, los únicos celebrados en nuestro país. De ellos recordamos la designación por Samaranch, el arquero que encendió el pebetero y las lágrimas y los mocos incontenidos de la infanta Elena.

9) Llegados hasta aquí, obviamente las referencias son más amplias, sin poder dejar de lado el famoso año 2000. Aquel fin de año en el que el mundo entero creyó que cambiaba el siglo, cuando realmente sería el año siguiente. En realidad recordamos ese terrible 31 de diciembre de 1999, porque se cumplieron todos y cada uno de los vaticinios y se paró el planeta irremediablemente, por culpa del llamado efecto 2000. Tuvimos que tirar a la basura nuestras tarjetas de crédito, nuestros ordenadores, nuestros relojes... ¿Quién ha podido olvidar semejante catástrofe?

10) Y diez es un buen punto para terminar, como diez es el año en que nos encontramos. Creo que a nadie se le puede olvidar que éste fue el año en que lo conseguimos. Tras ser siempre favoritos, España logra ser campeona del mundo de fútbol. Pero no sólo de fútbol vive el hombre. 2010 será un referente que no podrá ser olvidado nunca. Constituirá un hito en la historia, y todas las miradas y recuerdos se centrarán en el mes de marzo. Aquel esperado y ansiado día en el que apareció por fin, este blog.

domingo, 4 de julio de 2010

Cosas que hacer antes de los 40

Los números redondos suelen causar una cierta fascinación y no es infrecuente que se asocien a buenos propósitos o a anhelos irrealizados. De ahí se originan los deseos al apagar las velas de tu cumpleaños, los planes de las doce de la noche del 31 de diciembre o por ejemplo, esa lista de cosas que uno quiere hacer antes de cumplir alguna edad con cifra redonda. Por números redondos, entiendo que son todos aquellos que no son ni el 1, ni el 4, ni el 7, como es obvio, pero como el cero es tan redondito, compensa las aristas áridas y frías del malvado 4. Por eso, considero que los 40 años, son para mí un número redondo.
Mi lista por tanto, incluye aquellas cosas que quiero hacer antes de cumplir la fatídica edad redonda, o mejor dicho, semirredonda.

Cuando surge esta cuestión entre gente de tu edad, hombres, por supuesto, no sé por qué, casi todo el mundo coincide en que le encantaría o hacer un trío o tirarse en paracaídas. O tal vez era: Hacer un paracaídas y tirarse un trío... Uff, no sé. A mí la verdad, es que cuando me veo rozar los 40, pienso que no tengo el cuerpo ya para deportes de riesgo. Como acostumbraba a decir el insigne arquitecto Mies van Der Rohe: "Menos es más", o lo que es lo mismo, la belleza se encuentra en la sencillez. Ésta es mi lista, simplificada lo más que he podido.

1) Me encanta la aviación, se ve con sólo mirar el encabezado de este blog. Podría desear hacerme piloto, pero fiel al espíritu simplista de Van Der Rohe, me conformo muy a mi pesar, con visitar el avión más grande jamás construido: El Spruce Goose. Eso sí, tendría que ir a USA, al estado de Oregón.

2) El año pasado me presenté a las pruebas de selección de astronautas de la ESA, la agencia espacial europea. Y no, no me eligieron ni para la primera ronda. Así que ya que de momento (como dice mi padre), no puedo ir al espacio, me conformo con ver en directo el despegue (del último) transbordador espacial en Cabo Kennedy.

3) Desde hace unos años gira por mi cabeza la idea de montar un negocio: un restaurante en Barcelona. Ya cuento con un excelente cocinero, un arquitecto para el diseño del local, un nombre, unas ideas originales y sobre todo, muchas ganas e ilusión. Sólo me falta el capital. ¿Alguien se anima?

4) Nunca he ido a Disneylandia. Aunque Eurodisney está aquí al lado, y ya puestos a hacerlo bien, nos iríamos a Florida, a Disneyworld  toda la family y así de paso, también hacemos el punto 2 de esta lista.

5) No hay cuarentón que se precie que a las primeras de cambio, no se pida un préstamo y se pasee en cuanto pueda, por las zonas de terrazas de su ciudad con su flamante deportivo descapotable. Yo, continuando con este principio de simplicidad, me conformo con este coche. Prometo que más tarde o más temprano me lo compraré, ¡seguro!

6) Otro de mis hobbies es la fotografía. Es lógico que otro sueño fuese: en primer lugar saber hacer fotos de verdad y no las chapuzas que hago y después, publicar un libro de fotografías o incluso, hacer una exposición.

7) Desde que me hablaron del filete de buey de Kobe, me muero de ganas de probarlo. Al parecer, alimentan a estos animales a base de cerveza y están todo el día haciéndoles masajes para que no tenga grasa.  Dicen que es la mejor carne del mundo. Ya debe serlo, pues su precio está entre 200-300€/Kg. Puestos a pedir, mejor degustarlo en su lugar de origen ¿no?

8) Nada más oportuno para disfrutar una buena carne, que un correcto maridaje con un buen vino, sabiamente elegido. Para eso, necesitaré un curso de cata, que consiga enseñarme los placeres del paladar y ser un poco más pedante.

9) Desde no hace mucho siento la necesidad de escribir y escribir. No descarto el juntar todas mis ideas, reunir a mis personajes en la historia que tengo en la cabeza. Pienso en un relato romántico, con amores imposibles, a destiempo, ahora ya prohibidos. Pienso en Miguel, el protagonista, que tras hacer limpia en casa de sus padres, descubre unas cartas de un viejo amor, que veinte años más tarde, le hacen reflexionar sobre su vida actual. Otras veces imagino la intriga que sorprende a Miguel, que es desbordado por una ola de misterios que no espera, tras atender a un paciente moribundo en un sórdido piso del casco antiguo de Barcelona. Sólo me falta el comienzo, el nudo y el desenlace. Todo lo demás ya está.

Y termino esta lista con un número bien redondo, como es el 10.
El último es el deseo más simple, pero aunque parezca mentira, el más difícil y costoso de realizar.
Desde que tengo unos diez años, mi padre nos prometió a mi hermana y a mí, que el siguiente fin de semana nos iríamos de acampada al monte, con una tienda que le prestaría Matías, un compañero de oficina. A pesar de nuestras continuas peticiones, aquella promesa jamás se cumplió. Van pasando los años, y aunque pueda parecer increíble, sigo sin poder vivir el sueño de dormir en una tienda de campaña. He conocido a antiguos miembros de los scouts, cuyos nombres no desvelaré por no avergonzarlos, pero debe ser que están tocados por tantos años de pasar frío y penalidades en la naturaleza, tener tótems, saltar el bordón, sufrir el Vivac, bañarse en ríos de agua helada, cantar a la luz de la luna en torno al fuego, canciones terribles como Lobato soy, de profesión, o La carta del amigo muerto, por citar alguna. Que les hayan obligado a hacer el desierto, a atarse una corbata llamada foulard, o andar durante horas en el crudo invierno en pantalones cortos, no es de extrañar que hayan acabado teniendo pesadillas por las noches con un tal Aquila y el oso Baloo, además de otros traumas infantiles, que han logrado que aborrezcan totalmente el espíritu scout y mi propuesta de pasar la noche a la intemperie, no haya tenido nunca ningún éxito. Lejos de conmoverlos con mi sueño incumplido de infancia, más bien les produce rechinar de dientes cada vez que lo menciono, a pesar de mi sensiblera insistencia.

En fin, que estos son mis deseos. Creo que no me paso pidiendo, son cosas sencillas, del día a día, teniendo en cuenta que son para ayudarme a sobrellevar esa pesada carga que supone hacerse tan mayor. Para los 50 me soltaré de verdad y entonces no seré tan comedido...

martes, 27 de abril de 2010

Hacerse mayor

Cary Grant no sólo era un gran actor, también era el autor de citas célebres como: "Cuando alguien te dice qué joven estás, en realidad te está diciendo qué viejo eres..."
Frase que siempre he sido muy joven como para aplicármela a mí mismo, pero que poco a poco, se va adaptando a mis circunstancias.
Aprovechando que estamos en confianza, debo hacer una confesión: Aunque ahora Barcelona es mi ciudad, me encanta ir de vez en cuando a Tenerife, mi isla. Pero más allá de una cierta melancolía por mis orígenes, se trata de otra cosa bien distinta. Disfruto encontrándome con gente que hace años no veía, antiguos compañeros de facultad, de instituto, e incluso desconocidos cuyas caras he visto toda la vida y que jamás hemos intercambiado palabra alguna. Paseo con los ojos bien abiertos, viendo como la isla va cambiando a un ritmo vertiginoso y cómo las huellas del tiempo, se van haciendo mella en todo el mundo. Y mientras, como un mero espectador fácil de engañar, quiero creer que a mí no me sucede lo mismo.
Pero de vez en cuando aparece alguna prueba del paso de los años, como nos sucedió hace unos días, en forma de foto casi olvidada. Entre unos papeles se deslizó una foto de verano de Lou y viendo la cara angelical de sus poco más de quince años, no pude evitar sonreír.
Junto a nosotros estaba nuestra hija Marta, a quien le enseñé la foto. La tomó con sus manos y la observó un rato.
Nadie dijo nada, aunque todos pensamos lo mismo. Hasta que Marta rompió el momento de silencio con la sesuda reflexión que dan sus casi cuatro años:
- Mami... ¿Cómo hemos cambiado? ¿...Eh?
Nuestra hija se está haciendo mayor, eso es indudable, pero nosotros también. Yo mientras, por si acaso, mis fotos antiguas las sigo teniendo escondidas...

sábado, 17 de abril de 2010

La velocidad del tiempo

Creo que en otra ocasión ya mencioné los caminos que todos tomamos en la vida, las decisiones intrascendentes, que luego acaban condicionando nuestro futuro, nuestras elecciones basadas en el principio del ensayo/error, donde los aciertos son escasos frente a la mayoría de equivocaciones. Hablaba de elecciones acertadas o no, pero no mencionaba a nuestros compañeros de viaje, que por alguna razón que otra, quedaron en la cuneta de nuestras vidas.
En esta época que nos toca vivir, tenemos la suerte de contar los mecanismos que nos dan otras oportunidades. Las llamadas redes sociales nos permitem rescatar aquellos amigos abandonados u olvidados en el margen de nuestros caminos escogidos y retomar, o al menos intentar recuperar todo lo que nos hemos perdido.
Hace muchos años tuve una amiga que quería mucho. Disfrutábamos contándonos nuestras importantísimas preocupaciones de nuestra incipiente adolescencia. Hablábamos a todas horas. Incluso cuando llegaba de noche a casa, cogía unas piedras y se las arrojaba a la ventana de su cuarto, para despertarla y contarle lo que me había pasado esa noche. Éramos vecinos del mismo edificio y compartíamos una amistad que pensaba que duraría para siempre.
Por motivos familiares tuve que abandonar aquella casa, coincidiendo con el comienzo de una nueva vida universitaria, con nuevas amistades, nuevas preocupaciones y nuevos caminos.
Siempre piensas que los amigos están en el lugar que los dejas, pero lo cierto es que a esas edades, en la que hay tantos cambios en tu metabolismo, te salen pelos y granos y tú mismo te conviertes en una nueva persona poco a poco, sin querer, te vas distanciando de aquéllos que te importaban tanto.
Han pasado cerca de quince años y en medio, ya sobrepasé la barrera de los treinta, camino de nuevas barreras que ya están demasiado cerca. Por aquellas casualidades y milagros del facebook, hemos vuelto a encontrarnos. Ahora ya no vivimos en Tenerife. Yo en Barcelona y ella en Lisboa. Nos hemos felicitado por nuestros cumpleaños y poco más.
Hace dos días, nos encontramos en el chat y hablamos apenas cinco minutos, ya que tuve que salir corriendo a buscar a Guille a la guardería. Media hora más tarde me llamaban del trabajo para ver si podía llevar un paciente a Lisboa al día siguiente.
Le mandé un mail, con mi móvil, esperando poder vernos en las escasas dos horas que tenía libres hasta coger el avión de vuelta. Cuando había dejado al paciente en su hospital, recibo su llamada y quedamos en media hora para comer juntos.
Un caballero debería decir que estaba igual que la última vez que nos vimos, así que en este caso, diré que yo he envejecido peor que ella. Fuimos a comer muy cerca y pude degustar algún plato de la cocina portuguesa, que íbamos comiendo por turnos; uno hablaba y el otro aprovechaba para comer...
¿Cómo contar quince años en 90 minutos? ¿Qué eliges y qué dejas fuera? Nuevamente el tiempo se burlaba de nosotros. Lo primero de todo, quise pedirle perdón por haberla dejado abandonada en mi camino tanto tiempo. Los platos inacabados, no porque no estuviesen deliciosos, fueron testigos de dos viejos amigos que preferían hablar, a comer y que necesitaban encontrarse y decirse muchas cosas que estaban pendientes.
No sé si las redes sociales son malas o buenas, pero sólo puedo decir que ayer fue un día muy especial, porque de él he aprendido que aunque mis pequeñas piedrecitas estén volando en el aire mucho tiempo, cuando golpeen tu persiana, abrirás la ventana para encontrarte nuevamente conmigo.