7 y cuarto de la mañana. ¡Arriba los corazones! Un día que no tengo guardia. Ya me dijo Lou hace más de un mes: ¡Bloquéate ese día! ¡Tenemos muchas cosas que hacer...! Y aquí estoy, poniendo los pies en el suelo. 7 y media. ¡Mel, hoy aprovechando que estás en casa, le das el desayuno a los niños! ¿Cuántas cucharadas de cereales lleva el biberón de Clara? ¡Cinco! Se lo toma de un santiamén. Guille y Marta siguen en la cama. Hay que despertarlos como marca la tradición. Con cariño y muchos besos. 7 cincuenta. Poco a poco se incorporan al mundo y se ponen a desayunar. Tardan un poco más en tomarse su leche. Clara te llama desde su cuarto: ¡Hola! ¡Hola! Que quiere decir en su idioma: ¡Ya te puedes llevar el biberón y ven a cambiarme que me he hecho caca en los pañales! De esta deposición matutina me libro. Lou ha llegado antes y la limpia ella. 8 y diez. Una ducha rápida y a continuar. Nos repartimos los niños. Yo visto a Guille. Hoy es un día especial. Hay que vestirlos de pastorcillos. 8 y media. Marta no se conforma con el disfraz: Mami, ¿me puedes pintar un poco? Guille no es menos. Quiere que le dibujen un bigote. Con su maquillaje recién puesto, salimos de casa. Cada cual coge su mochila y a la calle, al cole. 8 y cuarenta. Juntos no podremos llegar a tiempo. Me llevo a Clara a la guardería, cómodamente sentada en su silla. Lou se va con los otros dos en sentido opuesto, al colegio. Clara me hace chantaje. Llora desconsoladamente cuando le quito el chupete al entrar en clase. Se abraza a su profesora, le doy un beso y me marcho. 8 cincuenta y cinco. Lou deja a los niños en las escaleras que dan al pasillo de las aulas. Nos encontramos en un bar enfrente del colegio, para desayunar. 9 y diez. Nos pedimos cafés con leche y nos sentamos con Álex y Olga, padres de Naiara, amiga de Marta, de asombroso parecido con Dora la exploradora. 9 y veinticinco. Levantamos la sesión. A las diez empieza la representación de Guille. Los padres de este colegio deben ser grandes amantes del arte dramático. Desde las nueve están haciendo cola fuera del salón de actos, que no ha abrirá sus puertas hasta las diez, para coger sitio. 9 y treinta y cinco. Los amantes del teatro están nerviosos por el estreno. Oimos alguna discusión originada por asuntos menores, como guardar un sitio en la cola a marido, suegra, madre, padre y demás familiares. Debe ser muy importante lo que vamos a presenciar, pienso, dada la tensión de estos celosos guardianes del turno. 10 y un minuto. Se abren las puertas y la insaciable vorágine de entendidos críticos de la dramaturgia, se apodera de los asientos más cerca del escenario, cubriéndolos con todo tipo de chaquetas, bolsos, etc, para que se puedan colocar los que aún están por venir. 10 y cinco. Se abre el telón y aparece Guille vestido de pastor, diciendo sus líneas y haciendo una ofrenda a la Virgen María. Cantan todos un villancico. Algo así como Wi wishu a meri crisma an a japi niu yes. 10 y cuarto, se cierra el telón. 10 y media. Aparece la clase de Marta. Ella tiene un papel destacado en la obra. Le toca abrir la puerta a cada Rey Mago y a la Virgen María y San José. Cada una de las veces agita con energía sus brazos al abrir la puerta, diciendo: ¡Pasad! ¡Pasad! Le hacen ir a abrir la puerta, cuatro veces. A todos asombra con esas inmensas dotes dramáticas, como ya demostró el año pasado cuando hizo de Mamá Noel. 10 cincuenta. Ha caído el telón y aprovechamos para irnos de tiendas, ya que no disponemos de muchos días para terminar todas las compras. Comienza el corre-corre, si es que no lo había hecho antes, desde que subíamos los corazones. Queda mucho por comprar y pocos días para hacerlo. Las dos horas pasan deprisa entre debates, comparativas y recuento de regalos. 12 cincuenta y cinco. Hay que ir a buscar a los niños al cole, para que comen en casa. Terminan de comer, se les quita el maquillaje y se les viste de personas normales y corrientes. 14 y cuarenta y cinco. Hay que llevarlos de nuevo al cole. Los agarro por la mano y nos ponemos en marcha. 14 cincuenta y cinco. Dejo a Marta y Guille en el pasillo de sus aulas. Guille se despide con nuestra frase emblemática: ¡Que no te piquen los chinches! Marta ya le da vergüenza hacerlo. Se ha hecho mayor. No pensaba lo mismo al instaurar esta costumbre cuando tenía tres años. 15 y cuarto. Llego a casa y nos vamos, sin comer, corriendo a la guardería de Clara, a una representación de una costumbre catalana, llamada el Caga-Tió, donde se le dan palos a un tronco de madera llamado Tió, hasta que acaba cagando regalos. El regalo acaba siendo un regalo colectivo para la clase. Ilusos de nosotros, pensábamos que habría un regalo para cada niño. 16 y media, bien pasadas. Montamos a Clara en su cochecito y nos vamos a buscar a los niños, que salen del cole. 16 cincuenta y cinco. Salen muy contentos, orgullosos de sus pinitos como actores y se van a jugar al patio, donde podemos sentarnos un rato. Un rato es media hora. 17 y media, empezamos a recoger y vamos a casa de Mapi, la madre de Chloé, compañera de Guille, que les da clase de inglés a los niños. Allí somos testigos de una nueva representación artística. Una obra de teatro en inglés, llamada Santa Claus is coming to town, donde Marta tiene un papel destacado de niña pija. Eso si es versatilidad. Este pedazo de artista puede con todo. 19 y cuarenta. Arrancamos la caña. Lo que en la jerga de padres de familia numerosa, viene a querer decir: Vámonos para casa, que todavía quedan las duchas, las cenas, los cuentos, los pipís, y los vasos de agua. 21 y quince. Se hace el silencio. Los niños están ya dormidos. Sus padres, extenuados. ¡Qué duras son las Navidades! ¡Donde esté una buena guardia...!
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