Hace un tiempo tuve la oportunidad de estar en Londres con un grupo de estudiantes de posgrado. Todos habían llegado desde distintas partes del mundo para estudiar durante un año, en un nuevo país, que para alguno iba a ser muy distinto de donde provenían. Ése era el caso de Yuko, que venía desde Japón.
Un buen tema de conversación era contar las costumbres del país, graciosas algunas, pero siempre sorprendentes. De todas, la única que conservo en la memoria es la de Yuko. Nos descubrió que en su país está mal visto demostrar los sentimientos en público.
Y eso lo llevan a rajatabla. Me comentaba que cuando se marchó un año a Inglaterra, sus padres y su hermano le acompañaron al aeropuerto y la despedida fue un leve movimiento hacia los lados de la mano.
Recuerdo que le pregunté asombrado: "¿Pero esa fue la despedida? ¿No te hubiera gustado darles un abrazo y besos? Te ibas un año entero fuera de casa..."
Ella me contestó: "Claro que me apetecía, pero eso no está bien. Por eso ya nos habíamos besado y abrazado en casa, antes de salir hacia el aeropuerto."
Evidentemente, dos países tan lejanos como los nuestros, no es de extrañar que tengan costumbres tan distintas. La patria, no por ello ideal, es toda algarabía y pruebas ostensivas de sentimientos y si estas demostraciones están un poco regadas por el alcohol, mucho mejor.
Vivimos por tanto, en un lugar donde no es infrecuente los piropos, el pequeño toque de claxon, seguido del "Rubia, rubia...", que no tiene respuesta de su destinataria y no nos asombra el encontrarnos con parejas de jóvenes demostrándose su amor imperecedero, a lomos de una moto mal aparcada en la acera.
En este lugar y con este panorama que nos ha tocado vivir, esta tarde fui a buscar a los niños, para llevarlos a la clínica, a ver a su hermana Clara, recién nacida. Guille correteaba a mi alrededor, sin parar y Marta iba caminando dos pasos por detrás de mí.
Cuando comenzábamos a encarar el último repecho de la subida hacia el hospital, Marta aceleró y tocándome el brazo, me hizo girar y me dice: "Papi, mira a esos..." - señalando con el dedo a una pareja subida en una moto, besándose apasionadamente.
- Se están besando, Marta - le contesté.
- Puajj, qué asco, Papi, se besan en la boca...
- Marta - le dije - ¿Qué tiene de malo? ¿Papá y Mamá no se besan así?
- No, Papi - me replicó con las cejas fruncidas y moviendo su dedito índice - Eso no se hace en la calle, se hace en casa. ¡Qué asco!
Tanta rotundidad me dejó sin palabras. Cada día aparece ante ti algo nuevo y la vida te sorprende con cosas que no esperabas. Yo hoy, sin ir más lejos, he descubierto que tengo una japonesa en casa.
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