Pero empezaré por el principio, aunque tratándose de un viajero del tiempo como yo, hablar de principio, resulte muy gracioso. Vengo de algún momento y me muevo de adelante hacia atrás a mi antojo. No hay ni comienzo ni final. Por eso todo el mundo se pregunta cómo es posible que esté tan joven y guapo. Pues por eso, porque por mí no pasa el tiempo...
Hace unos años comenzó la Tecnología para viajar en el tiempo. Eran máquinas muy sencillas donde solo había que ajustar un reloj de destino y el aparato te llevaba de forma instantánea a la fecha que habías prefijado. Los primeros en usarlas fueron los historiadores y en cuanto bajaron los precios y se hicieron asequibles, por fin cualquiera se podía hacer con su propia máquina.
En poco tiempo se reescribieron todos los libros de historia y se publicaron miles de tesis. En cuanto la gente pudo viajar a cualquier época sentados desde el salón de casa, se desató la locura. Pero como todo, en cuanto se acabó la novedad, la gente empezó a estar aburrida de ir a ver a Napoleón, a conocer a Marilyn Monroe, o hacerse fotos con Elvis o con Cantinflas. Los fabricantes de estas máquinas vieron que las ventas empezaron a caer en picado. Así que lanzaron una segunda versión con nuevas e increíbles prestaciones. En esta nueva máquina, la fecha era lo de menos. Lo importante ahora era el vínculo estrecho con el usuario. Sus pensamientos, su vida, pero sobretodo, sus sentimientos...
En el nuevo panel de instrumentos ya no hay un reloj. Solo una pantalla con un teclado a modo de buscador. Ahí puedes escribir lo que quieras y la máquina te llevará a aquellos momentos que has vivido.
Hoy he escrito la entrada Momentos felices. Y me he teletransportado a un partido de rugby, donde veo a Guille recuperar un balón en su zona de marca, esquivar a uno, a dos, a tres, a cuatro, así hasta ir atravesando todo el campo. La gente chilla al no creerse lo que hace ese niño tan pequeño, que corre y corre y nadie es capaz de frenarlo, hasta que llega al otro extremo del campo y logra posar el balón en el suelo.
De ahí me voy a otro sitio y veo que el Madrid gana la Champions League por décima vez, once, doce, trece, catorce, quince veces... Por un momento creo que la máquina se ha quedado encasquillada, pero no... ¡Es verdad!
Estoy asombrado. Esta nueva versión es una maravilla, así que estoy decidido a ponerla más a prueba. Ahora en la ventana de entrada de datos, escribo Momentos muy felices.
La máquina me ha llevado a Madrid, a un bar de copas llamado Kyoto y allí fue cuando me encontré con Lou por primera vez. La vi aparecer con esa sonrisa (sí la sonrisa...), que es la más bonita del mundo. Fue durante esos días de diciembre. Esos días misteriosos en que la humanidad recuerda aquel instante en que se paró el tiempo. Debo confesar que fui yo, que boquiabierto, le di a pausa, para recrearme...
De ahí doy un salto y me encuentro con un bebé precioso, mofletudo, con enormes ojos azules. Estoy en el nacimiento de Marta... Todo se mueve y en una escena parecida, en el mismo lugar, ahora estoy con Guille y segundos más tarde, con esa otra preciosidad que es mi hija Clara.
¡Esta máquina es increíble! -pienso-. Pero como soy insaciable, quiero ver hasta dónde puede llegar. Me pongo de nuevo en la dirección de destino y escribo: Momentos de gran felicidad.
De pronto, me veo vestido como estoy ahora, rodeado de gente conocida, con un dolor en la cara, de tanto sonreír. Miro al lado y veo a Lou que sonríe aún más que yo (y que aún su sonrisa es más bonita que cuando la vi por primera vez). Estoy en una boda y todo el mundo allí presente es feliz.
Hay otras paradas. Me detengo en una que me lleva hasta el retiro de Emaús. Ahí me encontré de nuevo con la Fe, mi vida dio un cambio que no esperaba, desaparecieron todos, todos mis miedos y me convertí y me abracé a Él.
Creo que la máquina aún tiene recorrido, así que decido estrujarla un poco más. Escribo en la ventanita: Momentos de inmensa felicidad, a ver qué pasa... Para mi sorpresa aún funciona, tarda más de lo normal en dar un resultado, porque tiene que avanzar muchísimo hacia adelante en la felicidad, pero al final se detiene en una iglesia, donde se celebra una boda. La de hoy. Y por eso estoy aquí ahora mismo.
Estoy convencido de que esta máquina del tiempo aún puede llegar un poco más lejos. Aunque ya sé cuál será el próximo destino. De aquí a un tiempo escribiré para que me lleve a esos Momentos de Eterna Felicidad, y allí nos volveremos a encontrar todos los que estamos aquí hoy, de nuevo, acompañados de nuestros seres queridos y juntos, felices abrazados a nuestro Dios, en el Cielo.