Hubo una generacion que creció con los anuncios de la radio, con esas graciosas canciones del África Tropical. La mía no se nutrió de esa riqueza lírica y musical. A cambio, fuimos bombardeados por imágenes atrayentes y lemas grandilocuentes
Con la televisión aparecieron anuncios de colonias navideñas: "Tenemos chica nueva en la oficina, se llama Farala y es divina", "Brummel, mejor cuanto más cerca...", el clásico sexual "Busco a Jaques..." y mi favorita, la para mí más sensual, elegante y menos explícita "Vísteme Eau Jeanne...", que tantos pensamientos libidinosos atrajo a mi joven mente prepúber.
Es curioso ver que escotes de Jaques, o muchos otros anuncios, en la era actual nunca habrían visto la luz de los tubos de rayos catódicos, o mejor dicho, de las pantallas LED. Será que en los tiempos de ahora somos más conservadores de lo que se era hace treinta años. Aquello fue de una gran alegría para ojos y mente adolescente como la mía. Aquélla fue una época de pequeñas revoluciones televisivas. Un día me enteré a hurtadillas, que el Consejo de Administración de RTVE, la que por entonces era la mejor televisión de España, había dado luz verde a que se emitiera un anuncio que podía ser a priori polémico: una gama de productos de higiene personal, que llamaba Fa.
Su atrevimiento era que mostraba a una modelo completamente desnuda, nadando en una playa paradisíaca y solitaria.
Desde que me enteré de la noticia, estuve durante varias semanas bien atento a que de una vez por todas apareciera esa famosa rubia en nuestro Telefunken Palcolor, "Las cosas como son..."
Cuando por fin apareció aquella rubia buceando en esas aguas cristalinas, ruborizado, tuve que mirar hacia otro lado, al observar a mis padres, atentos a mis reacciones.
Padres y anuncios sensuales y libidinosos son una combinación complicada, sobre todo si tienes un nivel de vergüenza muy bajo como era el mío.
Ahora ya no hay anuncios tan explícitos como aquellos. O tal vez sí, pero más sutiles y encaminados al sexo, directamente.
Hace unas semanas me quedé solo con los niños. Lou se fue a cenar fuera con unas amigas.
Ellos delante de la tele y yo preparando la cena.
El comedor se va llenando de destellos de luces que provienen de los anuncios. Yo voy a la nevera a coger unos huevos para hacer una tortilla. Suena la música. Abro la puerta. Se oye una voz en off. Cierro la nevera con los huevos en la mano. Hablan de un producto llamado Durex. Asomo la cabeza y veo a Guille y Marta embelesados en la tele. Por suerte ya no estamos en los 80. En esos días si hubieran anunciado preservativos seguro que lo ilustraban con el 69, el misionero, la carretilla, las tijeretas o el berbiquí libidinoso.
Mis pensamientos son interrumpidos por la voz de Guille que pregunta a su hermana:
-Marta: ¿Sabes lo que es Durex?
Me temo lo peor de su respuesta. A lo mejor a los diez años ya tiene las dudas bien aclaradas.
-No lo sé- contestó rápidamente.
-Bueno- pensé -parece que aún tengo un poco de margen.
-Yo sí- le dijo Guille, muy seguro de saber la verdad, a pesar de tener aún ocho años.
Yo, mientras, permanecía atónito, parado con los huevos en la mano, atendiendo a su respuesta:
-Marta- dijo con rotundidad. -Durex es un ambientador.
Yo no lo hubiera explicado mejor. Para crear un ambiente propicio, no hay nada como los Durex.
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