Ya sabía yo, que sucedería esto algún día y por eso me he estado preparando concienzudamente todos estos años, formándome, estudiando, leyendo, e incluso, según algunos maledicentes, hasta aprendiéndome de memoria las preguntas del Trivial. El momento ha llegado. El momento en que comienzan las preguntas importantes.
Y como decía, tengo todo un arsenal de información, deseando ser desparramada por esas mentes inquietas, ávidas de devorar nuevos conocimientos.
Ya hace tiempo que tengo como referencia inmediata a Sergio. Sergio es el hijo de unos primos, que con siete años me describió perfectamente con gran excitación, paso por paso, cómo se produce la preparación, lanzamiento y puesta en órbita del transbordador espacial. Incluso me explicó cómo se saca un satélite de comunicaciones de la bodega, con un gran brazo articulado.
A pesar de que el padre de Marta es un erudito en cuestiones astronáuticas, astronómicas o astrofísicas, no puede compararse con el caso Sergio, cuya familia está formada por superdotados, licenciados en Física y algún que otro químico. De hecho, creo recordar que uno de sus progenitores, incluso llegó a ser aspirante a astronauta de la agencia espacial europea.
Hace unas noches, cuando los niños acaban de irse a la cama, oigo a Lou que le dice a la niña:
- Marta: Esta noche que Papi está aquí, se lo puedes preguntar a él...
Lou salió del cuarto y acercándose me dice que la niña quiere preguntarme algo y hace un gesto, arqueando las cejas, como queriendo decir: ¡A ver cómo sales de ésta...! Todo para ti...
Cuando llego a la cama de Marta, está con los ojos bien abiertos, esperando impaciente al oráculo de Delfos, para que le solucione una serie de cuestiones trascendentales.
- Papi - me pregunta, sin esperar a que llegue a los pies de su cama:
- ¿Cómo es que los planetas no se caen?
Menuda papeleta, explicarle a una niña de cinco años la Ley de la gravitación universal.
- Por la gravedad - le contesto con rotundidad.
- ¿Qué es la gravedad? - me contesta lógicamente ella.
A ver cómo lo explico a una niña de cinco años, pienso... Mmm, ya sé, me digo.
- Imagínate que el espacio es una piscina y los planetas son como pelotas que están flotando... Eso es la gravedad. Por eso no se caen - le aclaro.
Marta frunce las cejas, como intentando captar la idea. Junto a ella, está absorto su hermano Guille de tres años, que escucha atentamente en silencio mis explicaciones.
Cuando parecía que ya estaba conforme, Marta me plantea otra cuestión.
- Papi: si los planetas son como pelotas, ¿podría llegar un gigante, coger los planetas y llevárserlos?
- No, Marta, porque los gigantes no existen...
- Sí, Papi, sí existen - interviene Guille con tono ofendido, moviendo la cabeza a ambos lados - son muy grandes y son feos - me explica abriendo los brazos.
- Papi, - interrumpe Marta - pero los gigantes, cuando cogen los planetas, ¿dónde se apoyan? - me pregunta.
- Es difícil de explicar, Marta - mientras pienso cómo hacerlo, recuerdo aquella cita de Arquímedes, con su "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo" - No puede ser - intento zanjar la cuestión - Los planetas no los pueden mover los gigantes, porque no existen...
Reconozco que no encontraba una mejor respuesta, a pesar de saber que estaba sacrificando para siempre un personaje de cuentos, que podía darte mucho juego cuando estuviese falto de inspiración.
Marta ya no replicó más. Ha costado, pero creo que finalmente ha entendido el orden del Cosmos. Se le acabaron las preguntas, parece haber aceptado la explicación. Tan sólo queda darles el beso de buenas noches y despedirnos hasta mañana.
- Papi - pregunta ahora Guille.
- Dime, Guille... - le contesto, creyendo que me llama para darme su beso.
- ¿Qué es... un planeta?