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martes, 1 de junio de 2010

Celebro mi cerebro



Esta mañana cuando comencé la guardia en el helicóptero tenía la corazonada de que alguna situación curiosa me brindaría la oportunidad de redactar unas líneas. Así vive el escritor mediocre, como el cazador de mariposas, agitando la red, esperando capturar algún coleóptero.
Y como suele suceder, en el lugar más recóndito, surge la excusa para escribir.
En un rincón de la UCI del Hospital de Sant Pau de Barcelona, donde había trasladado al segundo paciente del día, me lo encontré.
Estaba tirado, deliberadamente abandonado, desparejado,  descuadrado, despreciado, dejado, doblado por el medio, el diario de hoy. 
Lo desdoblé rápidamente y como sucede en ocasiones, entre el maremagnum de conflictos bélicos, diatribas políticas y hazañas deportivas fugaces que no trascienden más allá de una jornada, aparece ante tí un personaje interesante cuya entrevista no tiene la trascendencia de la inmediatez del día en que se publica, pero precisamente por eso, puede alargarse y permanecer vigente a lo largo del tiempo. 

Hoy aparece una neuropsiquiatra, experta en el estudio neuronal del comportamiento sexual del ser humano, adelantando las diferencias entre el hombre y la mujer, en cuanto al deseo y la importancia del sexo en su comportamiento.
La entrevistada comenta que hay un malentendido clásico entre hombres y mujeres.
Sus pacientes varones a los que se les pregunta: "¿Cómo sabes que ella te quiere?", contestan: "Porque practica el sexo conmigo".
En cambio ellas suelen responder: "Porque habla conmigo" o las más ingenuas: "porque me escucha".

Pido perdón por la parte que me toca, pero este impulso sexual,  es ajeno a mi voluntad, o a la educación espartana que me han dado. Al parecer, todo está expresado en un gen, que a los hombres nos mantiene en un estado de "salidera" constante, volviendo loco a nuestro cerebro con destellos de excitantes ideas libidinosas, que no siempre somos capaces de reprimir. La mujer, por otro lado, está sometida a los efluvios de las secreciones hormonales, con esas descargas caprichosas e inconstantes, que tanto despistan al siempre alerta macho alfa.

Pero que nuestras mujeres no teman por este acoso constante, ya que como todo, este deseo sexual está condenado a un final más o menos lejano.
Robert Redford ha dejado de ser para mí un mito, desde que dijo que los 70 años habían sido un alivio, pues le habían liberado del impulso sexual que le había acompañado toda su vida. Irónicamente se sentía descansado por "no tener que ir más donde iba mi rabo".

Visto lo visto y ya que somos como ese junco flotando en una corriente irrefrenable de testosterona que lo arrastra, y dado que me quedan aún casi 30 años de cerebro lujurioso, mejor recojo mis cosas, y en cuanto acabe esta guardia, me marcho corriendo a casa.

lunes, 12 de abril de 2010

Mujeres

Creo que la última vez que me enfadé con el fútbol fue en aquel lejano Mundial de Naranjito de 1982. Me fui a acostar a la cama llorando porque España quedaba eliminada ante Alemania. Eso no significa que ahora ya no me guste ver un buen partido, al contrario, sólo que tras ese trauma infantil, ahora me lo tomo de otra manera más sensata y si además gana el Madrid, pues mejor. Viviendo como vivo en una ciudad que se llama como el FC Barcelona, es lógico pensar que esta urbe está llena de aficionados culés y que sus éxitos parece que me los restriegan delante de mis narices.
Después de la derrota del Madrid a manos (pies), del Barcelona, si hubiese desayunado con hombres, el tema de conversación no hubiese sido otro más que el deporte rey y en particular la humillación al club blanco.
Pero al final, el desayuno del lunes ha sido distinto. Lou me invitó a pasarme por la cafetería donde estaba con tres amigas, que acababan de dejar a las niñas en el cole y ahora estaban de tertulia. En aquella mesa había una media de 2,3333333 periodo, hijos por supermamá. En junio, con el parto de Lou, esta media aritmética ascenderá a 2,5 ésta vez sin periodo (como es obvio).
La verdad es que me encanta de tanto en tanto asistir a una de estas reuniones, aunque sea de forma breve, apenas el tiempo de tomar un café y un croisant (¿se escribe así?).
Hoy esta pequeña intromisión me sirvió para evitar los reiterativos comentarios jocosos de los culés y sobretodo, para ir conociendo un poco más el insondable misterio del cerebro femenino. En ese lapso de tiempo se habló de niños (no olviden el 2,333333 per cápita), de sus monerías, de su educación clásica/moderna, (hacerles razonar/látigos), de maridos (sólo un 75% de las asistentes se pronunció al respecto) y supongo que si se hubiese tocado algún tema más delicado, se obvió, debido a mi presencia.
Tras despedirme de todas, me marché aprovechando el día libre para hacer gestiones pendientes, ya que todavía el cuerpo no me pedía recuperar las horas de sueño de la guardia de ayer.
Al cabo de un rato, me cruzo por la Diagonal con un señor que arrastraba un carro de supermercado cargado de edredones en su funda, lo cual en un primer momento podía hacer pensar que era un vendedor ambulante, si no fuera porque iba revisando los contenedores de basura. De la parte delantera del carro colgaban dos carteles que decían:
SOLTERO SIN NOVIAS. Toda una declaración de intenciones y de esperanzas en conseguir más tarde o más temprano un harén...
Un segundo cartel rezaba:
ARSENALES DE "COÑOS" PARA ALGO. Aquí sí que me perdí. No entendía nada. ¿No está en contradicción con la búsqueda del primer cartel? ¿Es un tratante de blancas?
Estuve dándole vueltas a ver qué quería decir y no encontré una respuesta a este misterio. A lo mejor es que he pasado demasiado rato entre mujeres...
Creo que otro día que me lo encuentre, me lo llevo a desayunar con las supermamás, a lo mejor hasta incluso acabamos hablando los seis del Barça...