viernes, 22 de julio de 2011

Las vacaciones


Hay cosas que uno por más que quiera, no puede evitar y es que más tarde o más temprano, este día aparece. Y muy a pesar mío, lo bueno se ha acabado.
Ha llegado el momento de dejar todos esos agradables momentos. Esas guardias que siempre sabes cuándo empiezan, pero nunca sabes si acabarán cuando toca, después de 24 horas. Esas maravillosas ojeras que te quedan después de salir de allí. Por no hablar de lo reconfortante que es cuando en vez de ir a casa, coges el coche y vas a otro sitio, a continuar con tu elogiosa labor. Esas carreras para llegar a tiempo. Los favores que tienes que pedir para que te lleguen antes, o te esperen en el segundo sitio. Por no hablar de los nervios que se pasan por no poder cambiar una guardia, ya que te toca estar en dos sitios a la vez el mismo día. ¡Eso es vida!

A partir de ahora y durante todas estas semanas, echaré de menos el tener que engullir la comida deprisa, por miedo a que me levanten apresuradamente y salir corriendo con la sirena aullando sobre mi cabeza y el estómago a medio llenar, sólo con el primer plato dentro. Esto de comer reposadamente, degustando los platos, poder acompañarlos de un vinito o elegir algo que no sea el menú del día, estoy convencido que no puede ser bueno.

No sé qué va a ser de mí, ahora que puedo dormir de un tirón toda la noche, sin el temor al ir a la cama de que te levanten de improviso. Recorrer la ciudad a toda velocida en pos de algún accidente de tráfico del que no se tiene ninguna información, o ir a visitar cualquier casa destartalada de pisos pegajosos y aseo esporádico de sus inquilinos. Ahora me esperan unas noches de cenas al borde del mar, espetos de sardinas, pescadito frito, vino blanco fresco...
Es un infierno que no deseo a nadie, ni al peor de mis enemigos.

Con lo feliz que era yo con esos maravillosos pacientes que le duelen todo, que no son capaces de explicarte lo que les pasa y tú no haces más que darle vueltas a la cabeza a ver qué es lo que les sucede...
Ahora que me toca vivir este sinvivir, es cuando me doy cuenta realmente que no hay mejores instantes que los que preceden a un paciente de esos, cuya caprichosa anatomía te impiden poderlos intubar. ¡Qué increíbles son aquéllos otros que se van chocando poco a poco, a pesar de las bombas de perfusión y sueros a chorro que les dejes caer!
¡No hay derecho! ¡Hacerme esto a mí! ¡Esto es intolerable!
Estoy cargando el coche con una mala leche...
A ver qué hago yo con las raquetas de tenis, con la toalla, el bañador... Con lo bien que estoy con ese uniforme amarillo y naranja, que al cabo de un rato de un día caluroso, tienes las rodillas empapadas y la camisa se impregna de ese característico olor a sudor... ¡Dónde vamos a comparar!

Y por si fuera poco, encima, para desgracia mía, me veré obligado a ponerme en una hamaca, abrir un libro y estar leyendo sus páginas todo este verano. Sólo de pensar que a lo mejor me gusta la trama y me engancho, me entra un repelús...
En fin, justo ahora que esto no ha hecho sino empezar, lógicamente, estoy deseando que acabe y volver a mi deseada y maravillosa rutina de cada día. Estoy desangelado. No encuentro consuelo con nada. Menos mal que no hay mal que cien años dure...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Have a wonderful summer holiday! Melito, te las mereces. Besos