De repente, alguien que está en esa cola, me dice algo al pasar junto a él. Suena como si me indicase que tengo los cordones desabrochados. Me detengo y me giro hacia él.
Mi tío Fisco me sonríe con esa sonrisa tan bonita y contagiosa, con sus mofletes sonrosados.
No sé qué hace allí, pero en un instante lo entiendo todo.
Le abrazo muy fuerte, como todos esos abrazos intensos que nunca di y que ahora echo tanto de menos poder hacerlos. Le aprieto fuerte y lloro, porque sé que nada de eso que estoy viviendo es cierto.
Quiero preguntarle por mi padre, por si está también allí, pero no me da tiempo. Creo que él lo sabe, aunque no me lo oiga decir. Todo se desvanece en un instante, pero aunque han pasado horas desde que sucedió, toda la escena permanece en mí, sin que llegue a olvidar nada. Es tan intenso, tan real, que aunque fuera un sueño y durara un segundo y nada más, por eso puedo decir que anoche estuve en el Cielo.