Hace unos años, mi buen amigo Mario me fue a buscar a casa y me llevó a un lugar maravilloso. De sorpresa, casi sin explicarme nada, fuimos una noche de sábado de luna llena, a un lugar en los montes de La Esperanza en Tenerife.
Mario mantuvo el misterio casi todo el viaje, hasta que llegamos a aquella casa vieja, de paredes de cal blanca, en medio de un denso follaje, iluminada en todas sus estancias, sólo por la luz que daban velas dispuestas por todos lados y en el jardín, la que generosamente te daba el plenilunio.
En aquel sitio, me explicaba Mario, en las noches de luna llena, se celebraba un cuentacuentos en el que participaban todos los asistentes que quisieran.
Para ir entrando en calor y romper el hielo, los propietarios desde una barra, iban sirviendo licores que recuerdo exquisitos, de elaboración propia y de una gran variedad.
Durante la noche, las historias se iban sucediendo, mientras yo intentaba pensar en una rápidamente y coger la vez, como en el supermercado. Mi tremenda timidez me impidió tener valor para hablar ante unos desconocidos e improvisar una historia, que como intuyó mi otro gran amigo, Yofri, seguro que iba a ser el viejo relato corto de la época del instituto. Se trataba de un desgraciado que queda atrapado en un ascensor, después de haber sido abandonado por la mujer que amaba y aquella silenciosa oscuridad le hacía reflexionar sobre su antigua y nueva vida que tenía ante sí.
Le di vueltas y vueltas y me sentí como en aquellas fiestas de fin de año, en la que aquella chica que me gustaba tanto, se hartó de esperar que la sacara a bailar y acabó con otro.
Terminó la velada y ninguno pudo oir mi historia.
Desde entonces, busco que se produzca una segunda oportunidad, para vencer de una vez por todas a aquel niño tímido, que de alguna manera, todavía anida en mí. Como firme propósito, voy entrenando cada día que puedo y el atento (a la vez que entendido y entregado) público, que son mis hijos, son los testigos que disfrutan de cada uno de mis relatos improvisados, antes de ir a la cama.
Me encantaría ser recordado como Robert Louis Stevenson, al que llamaban Tusitala, y que esta tradición de cuentos antes de ir a dormir, ellos la continuaran con sus hijos. Sería la más bonita herencia que podríamos ir transmitiendo a los que tendrán que irnos sustituyendo.
Precisamente Marta fue ayer por primera vez, a una actividad para niños, del centro cívico cercano a casa. Se trataba de un cuentacuentos, donde los padres se quedaban fuera y a los niños, les irían contando historias.
Cuando se presentó la monitora, fue preguntando a los niños presentes sus nombres y si en sus casas les contaban cuentos.
No estábamos allí, pero un testigo nos contó que cuando le tocó a ella responder, dijo sin dudar: Mi padre me cuenta los mejores cuentos del mundo...
Precisamente Marta fue ayer por primera vez, a una actividad para niños, del centro cívico cercano a casa. Se trataba de un cuentacuentos, donde los padres se quedaban fuera y a los niños, les irían contando historias.
Cuando se presentó la monitora, fue preguntando a los niños presentes sus nombres y si en sus casas les contaban cuentos.
No estábamos allí, pero un testigo nos contó que cuando le tocó a ella responder, dijo sin dudar: Mi padre me cuenta los mejores cuentos del mundo...
6 comentarios:
Sin ahondar en lo freaky de vuestra velada cuentacuentos, que por otro lado no me ha sorprendido en exceso, te diré que me ha encantado tu relato (y me refiero al blog, no al del archiconocido tipo reflexivo del ascensor). Desconocía tu afición a contar cuentos a tus hijos, cosa que me ha encantado, pero no pierdas la costumbre que en breve la enanilla también querrá escucharlos atentamente.
Ayer por la noche estaba en tu casa a la hora que los niños se iban a dormir y Marta le dijo a Guille "Hoy como no está papá te contaré yo un cuento". No debía hacerlo tan bien como tú porque iba por el "Había una vez" cuando Guille empezó a gritarle "calla, no qento, tú no"!! Así que no dejes de hacerlo para que Marta, Guille y los demás ;) algún día aprendan a hacerlo con tanta ilusión como le pones tú. Besitosss
Hola! Lamentablemente la tasquita del cuenta cuentos, o Tasca Garabato como asi se llamaba cerró, pero los dueños siguen haciendo y vendiendo sus magníficos licores. www.laviejalicoreria.com
me encanta!!! qué bonito relato y sobretodo qué magnífico tener un padre así! si los sorprendes con cuentos en los que aparezcan unos personajes muy parecidos a ellos verás sus ojos de asombro! muy buena tradición! felicitats!
Como testigo directo del comentario de Marta en el centro cívico voy a describir lo que ocurrió. La monitora comento que si les había gustado el cuento y Marta se levanto y con sus ojos super expresivos, dijo que el que mejor contaba los cuanto era su PADRE y acto seguido se le iluminó su diminuta carita...
Felicidades por el blog me has hecho reír un buen rato...
Un beso
Enhorabuena, Tusitala.
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