La nochebuena se viene, la nochebuena se va... y como viene sucediendo desde que el mundo es mundo, se acaban las Navidades y va tocando volver de nuevo a nuestra querida rutina. En mi caso, este año, con mucho más motivo, ya que las heridas de guerra han curado casi por completo y esta baja por fractura metatarsal, metatárgica o metalúrgica, no es ya alargable ni un solo día más.
Sumergido como estoy en ese mar de nostalgia que te da el acercarte vertiginosamente a la barrera de los cuarenta, me vienen al recuerdo esos días en que dejabas tus flamantes juguetes recién estrenados en casa, para volver a ponerte la mochila cargada de libros a la espalda y comenzar un año nuevo nuevo en tu colegio.
El ocho de enero, y ningún otro día sino el ocho, era la fecha en que todo mi mundo se volvía a su sitio. Volvías con tus compañeros de clase, con los que esa mañana comentabas tus maravillosos regalos de Reyes. Aunque siempre estaba ese aguafiestas que tenía aquel regalo impresionante-impredecible-inalcanzable, que te ponía los pies en el suelo. Pero además ese día coincidía con el cumpleaños de mi prima Marlís. Su aniversario para mí ha sido también un hito cada año, pues me recordaba que el mío llegaría en quince días.
Mi prima Marlis no es una prima cualquiera. A ella, le debo algo, que nadie en este mundo me ha dado. Ella fue la que desde muy pequeña (tiene 15 días más que yo), decidió llamarme Mel. Por eso, es ella y ni siquiera mis padres, a quien debo algo tan importante como es mi nombre.
Y como todo comienzo de curso, me incorporo de nuevo al trabajo. Temía que me sucediera como a Krikalev, aquel astronauta al que se le considera el último ciudadano soviético. Tras volver a la Tierra tras 311 días en órbita, se encontró con que su país, la Unión Soviética, había desaparecido.
Mis temores fueron infundados, para bien o para mal, me he encontrado el desastre, exactamente tal como lo había dejado, en el mismo sitio. Que según como se mire, se podría decir que tal y como va todo, es hasta un alivio.
De repente mi agenda se ha invadido de guardias y el teléfono empieza a llenarse de nuevo de llamadas para hacer y pedir cambios. Volvemos a la rutinaria normalidad de siempre.
Esta rutina no todos la ven de la misma manera. Anoche, tras esa versión modificada de Pulgarcito y sus cinco hermanos, que improvisé y medio inventé para los niños antes de ir a dormir, Marta me preguntó:
- Papi: ¿Mañana vas a trabajar?
- Sí, Marta y pasado también tendré que ir.
- Papi - me dijo con tono triste - No me gusta que vayas a trabajar.
- ¿Por qué? - le pregunté - Todo el mundo tiene que trabajar.
- Papi, es que si no estás en casa, no te podemos dar besitos todo el tiempo...
1 comentarios:
Querido primo Mel, ante todo muchas gracias x llamarme el día de mi cumpleaños,´cumple especial xq entramos en los 4.....ya me enteré de que estuviste de baja, espero que estes mejor...pero realmente te escribo xq me he emocionado con el artículo de vuelta al cole, la verdad que ocurrencia mas bonita la del nombre de Mel, estoy orgullosa de habértelo puesto...y el que me hayas nombrado también me gustó...saludos y besos a Lu ,besos para los niños,que son preciosos y para tí igual, lo mejor para mi primo preferido. MARLIS
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