Hace unos años compré un libro cuya lectura me apetecía mucho. Era un libro deseado y el poderlo tener en mis manos me hizo muy feliz. Cuando llegué a casa lo abrí y comencé a leer: Cuando era más joven y vulnerable, mi padre me dio un consejo que me ha dado vueltas en la cabeza desde entonces. "Cuando tengas ganas de criticar a alguien" - me dijo "recuerda que no todas las personas en este mundo han tenido las mismas oportunidades que tú."
Con ese comienzo prometedor, pensé que algo tan especial requeriría de una atmósfera ideal, a tono, que acompañase el disfrute de ese descubrimiento literario.
Como una botella de buen vino que espera pacientemente ese momento que nunca llega, para ser descorchada y que mientras tanto, va acumulando polvo, turbidez e incluso acaba avinagrándose, ese libro ha estado dormido en el fondo de una estantería, ha viajado conmigo en cada mudanza, en cada zigzag y vaivén que he cometido en mi vida, esperando ser abierto para degustar su bouquet.
El otro día decidí que el momento había llegado. Sería un brindis por el feliz presente y por el nacimiento de Clara, que está a punto de llegar. Rebusqué por todas las estanterías, pero no encontré mi libro. Tal vez él había decidido que se había cansado de esperar...
Cuando estaba a punto de desistir, como un guiño que te hace un amigo bromista, apareció en un lugar insospechado, escondido en el revistero, junto a revistas de decoración y viajes.
Ya he comenzado a leerlo y estas dos almas gemelas, por fin se han encontrado.
Él me cuenta la historia de un hombre misterioso, cuyo origen y el de su fortuna nadie conoce, pero que es famoso por organizar las más maravillosas fiestas, a las que nunca acude.
Me voy contagiando de su atmósfera, me sumerjo en su misterio y me embriago de la música de jazz que lo envuelve todo...
Avanzo lentamente, exprimiendo sus líneas, sabiendo con certeza que cuando llegue el FIN, una nueva etapa habrá comenzado.
2 comentarios:
A mí me pasa mucho eso mismo con los libros. Hay algunos que empiezo a leer y lo dejo en la página 30, por ejemplo. No es el momento, me digo. Necesito otro estado de ánimo, otras circunstancias... Y, de pronto, al cabo del tiempo, como si te llamara, te pones a leerlo y no lo puedes dejar. Es la magia de la lectura.
Algo parecido ocurre con ese libro que lees en dos momentos distintos de tu vida y te parece que lees dos libros diferentes. Obviamente el libro no ha cambiado, eres tú.
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