Hasta hace poco no sabía ni que existías, pero mira por dónde, resulta que te has convertido en una celebridad en el barrio. Y por tan poco. Sólo ha hecho falta que se juntaran dos circunstancias: tu adicción a las drogas y que un niño se pinchara con una de esas de tus jeringas, unas que habías dejado abandonadas en aquel parque.
No me entiendas mal. No creas que te quiero hacer culpable de nada. Al fin y al cabo, al niño finalmente no le ha pasado nada. Tú eres una persona muy limpia y sana y seguro que no tienes ninguna enfermedad contagiosa. Sólo ha sido un susto para sus padres y la alarma que se ha creado en el barrio. Ya sabemos que la gente es muy exagerada.
No creas que quiero hacerte culpable de esto que ha sucedido. Ni muchísimo menos. Tengo bien claro que el único responsable es ese niño, por ponerse a tocar cosas de extraños, aunque estén cerca de la zona de juegos infantil. O mejor dicho, sus padres. Ellos sí que son los causantes de este injusto revuelo, por no haberle enseñado que las cosas del suelo y que no son suyas, no se cogen y además, por llevarlo a los columpios al salir del colegio. Ellos y no tú, son los que tienen la culpa de todo. Cuando se acaban las clases, se va a casa a estudiar. ¡Qué es eso de ir a jugar al parque...! Así pasa lo que pasa...
Por eso te escribo todo esto. Porque no hay derecho a que se te demonice por algo que en ningún caso es responsabilidad tuya. Al fin y al cabo, no eres más que un enfermo que necesita su dosis de heroína para ir tirando y ser una pieza fundamental en el entramado económico, laboral y social de esta ciudad. ¡Qué injusta es esta gente! ¡Qué sabrán ellos de problemas y enfermedades! Que levante la mano el que nunca se ha dejado olvidada una jeringa con su aguja puesta en cualquier sitio...
Yo sí que te comprendo, que seguro que tienes la cabeza ocupada con asuntos muy importantes y decisiones tan trascendentales y urgentes, que esas jeringas las dejaste en aquel parque, justo donde juegan los niños, producto de un descuido.
No te preocupes por nada, que después de la tormenta siempre viene la calma y no pasará mucho tiempo en el que las cosas vuelvan a su sitio y todos aquéllos que se preguntan quién puedes ser, se olvidarán de lo sucedido y de paso de ti. Pronto, antes de que te des cuenta, volverás a ser ese engendro egoísta, que no le importa a nadie. No temas, nada cambiará. Seguirás siendo ese malnacido, un desgraciado que arrastra sus adicciones y sus miserias, por los parques infantiles donde juegan los niños.